Algo que decir

El mirón

A mí me gusta mirar en el más amplio sentido de la palabra, hacia ninguna parte y a todos los lados

Contemplar la vida, observar el devenir del tiempo y de las gentes, examinar el estado del mundo y no perderse ni un solo detalle del ... espectáculo que nos rodea ha siso siempre una de mis aficiones preferidas. Ver antes que actuar, vigilar antes de intervenir, porque se nos ha concedido graciosamente el mayor entretenimiento posible, el de admirar la obra que alguien desconocido nos legó de un modo gratuito. Hay quien le gusta mirarse todo el día y a mí me gusta mirar en el más amplio sentido de la palabra, hacia ninguna parte y a todos los lados, como si me perteneciera la totalidad y yo estuviese en el centro de todo, fuese el eje sobre el que pivota este misterio en el que andamos embarcados. Parece una idea egoísta y tal vez lo sea, pero convendrán conmigo en que el egoísmo también es un puro goce porque nos proporciona todo lo que pensamos que es nuestro y que nadie nos concede.

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Los 'voyeurs' son otra cosa, aunque tampoco está mal y también me apunto, pero van por un camino diferente. Todo lo francés va siempre por otro lado, es más pecaminoso y más libre y suele lindar con la lubricidad, aunque en la vida, si es importante, todo pertenece al ámbito del sexo. Los observadores poseen el prestigio de la ciencia y de la sabiduría, pero es posible que no disfruten tanto como lo hago yo mirando. Tienen fama de prudentes y de conocedores y de sensatos, como los contempladores, pero estos parecen añadir cierta profundidad filosófica a su tarea, como si indagaran en una dirección cualquiera.

Pero el mirón es siempre el que más disfruta, en su atalaya solitaria de gozador solitario, el que permite que las imágenes transcurran frente a él como las imágenes de una película hasta un final que no siempre llega, porque el final no llega nunca, está aún por llegar y lo esperamos como a a un mesías liberador. Los demás atienden, vigilan, acechan, perciben, pero mirar es una tarea noble y sencilla, propia del pueblo bajo, sin alardes intelectuales y sin ínfulas filosóficas. Uno mira y el orbe se te entrega, mira y seduce, mira y conquista, mira y conoce, esto es lo que más hemos hecho algunos en la vida, más que trabajar o estudiar, y lo que más nos ha gustado hacer, nuestro pasatiempo preferido, nuestra pasión, salir a la calle, sentarnos en un banco de la plaza o de un jardín y aguardar a que nos llegue la hora de nuestro botín visual, de nuestra recompensa para la retina.

De viejo, que ya no me queda tanto, me encantaría dedicarme a mirar, así de un modo absoluto, desde primera hora de la mañana hasta el crepúsculo, sin traumas, ni sentimiento de culpa, porque llegará un momento en que ya no estaré perdiendo el tiempo, sino que será al revés, será el tiempo quien me estará perdiendo a mí, aunque yo ya iré bien provisto de toda la vida que me he ido apropiando con los ojos y que me pertenece, la vida que he mirado tanto que ya es mía del todo y, por lo tanto, no podré perderla nunca.

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