Algo que decir

Juncal es marxista

El baile de nombres de calles, plazas e instituciones por recelos ideológicos constituye un síntoma de majadería nacional

Miércoles, 15 de mayo 2024, 00:40

Se ha armado la de Dios es Cristo en Alpedrete porque los políticos del lugar pretendían despojar a una plaza pública y a un centro ... cultural de los nombres de Paco Rabal y Asunción Balaguer, respectivamente, pues ambos vivieron en ese pueblo durante mucho tiempo. Detrás de esta decisión de cambio de nombre se halla el equipo de gobierno constituido por siete concejales del PP, siete, y tres de Vox, tres, a través de una junta extraordinaria.

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Se hizo sin ningún tipo de consulta ni diálogo con la oposición, con otros siete concejales, en fin, al viejo estilo franquista, con muy mala idea y un nivel cultural y cinematográfico deficientes, pero a la vez y, como suele ser habitual en estos casos, con una torpeza palmaria porque peligra su persistencia, pues si hay una serie que ejemplifique el espíritu torero español, con todos sus defectos y todas sus grandezas, esa es, sin duda, 'Juncal', la historia de un torero fracasado que mantiene el amor por los viejos tópicos: Sevilla, los toros, las mujeres y la buena vida. Un pícaro que va pa viejo y que sobrevive mantenido por el capricho sentimental de una mujer madura, aunque yo estoy seguro de dos cosas: de que los concejales interfectos no saben quién fue Juncal ni en la historia de la tauromaquia y que no han visto la serie televisiva, así que andan a la gresca por pura ignorancia. Eso sin contar con la grandeza interpretativa y dramática de ambos actores y cineastas.

La Plaza Francisco Rabal, nombrada así en 2001, iba a llamarse Plaza de España y la Casa de Cultura Asunción Balaguer, que recibió ese título en 2015, iba a ser renombrada como el Centro Cultural Cantera. Todo esto a gusto de no se sabe quién, pero que muestra a las claras la ineptitud y el atraso de alguna parte de la sociedad española actual, hasta el punto de que uno empieza a creer que algunas manifestaciones históricas y acontecimientos traumáticos como la guerra civil fueron obra de un simple malentendido (hace tiempo que sospecho que muy pocos sabían en qué bando luchaban y qué razones tenían para ello), porque el baile de nombres a calles, plazas e instituciones por meros recelos ideológicos constituye un síntoma de majadería nacional y de inmadurez política. Aunque no me extraña tanto, por cierto, porque yo he visto con estos ojos que han de comerse los gusanos a hombres y mujeres hechos y derechos echar mano de una chuleta para mirar su DNI en la firma de una adhesión social, porque no habían memorizado los números de su carné ni su orden, y esto no es tan grave como esa idiotez integral de ir borrando y sobrescribiendo nombres emblemáticos de las placas callejeras sin un motivo claro, incluso con algún motivo contrario a sus propias ideas.

En alguna parte de la otra vida, Paco y Asunción se estarán carcajeando porque no les faltaba buen humor y tomarán esta tonta menudencia como una más de las estupideces de su país, aunque uno, que aspira como cualquiera a una lápida con su nombre en cualquier calle lóbrega y sin salida, no se queda a gusto con la incertidumbre de en qué momento le quitarán el nombre y pondrán otro.

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Así que a lo hecho pecho y, si Juncal nos ha salido un poco rojillo con el paso de los años, los toros y el toreo continúan siendo patrimonio de la derechona, por recordar al grande Umbral que no era, por cierto, muy taurino y tenía sus más y sus menos por este asunto con Fernando Sánchez Dragó, de postulado contrario. Pero a mí me gustan los toros, me gusta Paco Rabal y no quiero que le quiten a mis dos paisanos sus nombres de ninguna parte, entre otras cosas porque el arte y los honores son para siempre o no son y en mi pueblo decíamos aquello de santa Rita, santa Rita, lo que se da no se quita.

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