Algo que decir

Los adolescentes no saben leer

La lectura termina pareciéndose a una sopa sosa y sin brillo, y me da la impresión de que el que más sufre soy yo

Miércoles, 8 de noviembre 2023, 01:02

Lo compruebo casi a diario o, al menos, ese día a la semana en que toca leer en clase porque es la última hora y ... de este modo los compenso. Lo vengo haciendo hace muchos años. Pretendo que todos lean en su libro y que por turnos vaya leyendo cada uno en voz alta a los demás. Ya digo que no es fácil, de la vieja fórmula, alto, claro y con sentido, no queda apenas nada, o no sacan la voz del todo, no por falta de fuerzas, por supuesto, sino por falta de iniciativa, por una suerte de complejo de inferioridad que los relega prácticamente al susurro o al silencio; pero en el caso de que se les oiga, no articulan bien, no definen la pronunciación, no entonan y entre una cosa y otra termino por no saber lo que están diciendo. Me aburro, se aburren y nos dormimos todos en clase. La lectura termina pareciéndose a una sopa sosa y sin brillo, y me da la impresión de que el que más sufre soy yo, como el que más sufre en el ensayo de una orquesta de música, después de un par de horas de desafinos y falta de armonía, es sin duda el director al que acaban por sangrarle los oídos.

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Son clases soporíferas que voy a terminar odiando. Muy de vez en cuando tomo la iniciativa y leo yo para que comprueben cómo deben hacerlo, pero no sirve de nada, pues cuando tornan a hacerlo ellos vuelve a sonar fatal. Además, casi todos quieren leer en la pantalla minúscula de sus móviles, y este detalle aún me aflige más. Reconozco que me enervo, que grito a veces y que intento enmendarles su dislate, porque de lo que no me cabe duda es que de esta forma fallida de lectura no podrá salir nunca un gusto especial por la literatura, como nos sucedía a algunos en la adolescencia cuando abríamos El Lazarillo o El Quijote en aquellas ediciones de bolsillo. Cada día invento un nuevo castigo para quitarles la idea de continuar usando el móvil, pero al día siguiente insisten en traerlos y, aunque algunos compañeros pretenden convencerme de que la batalla está perdida de antemano, pues estamos asistiendo a un movilcentrismo radical, ya que toda su vida reside en este chisme electrónico y su atención está puesta en él todas las horas del día y de la noche, me siguen avergonzando las imágenes de los adolescentes pendientes de la pantallita, mientras desentrañan unos versos de Machado y como embobados en un prodigio minúsculo que no los está ayudando a leer más y mejor, sino todo lo contrario. A lo mejor soy yo el que se equivoca y el mundo entero está ahí, encerrado en esos circuitos diminutos, y ya no es importante que los adolescentes sepan leer y, por lo tanto, no sean capaces de desentrañar las claves del mundo y de la cultura. Si lo tenemos todo a un clic, pues nos asiste a todos la nueva magia de la inteligencia artificial y eso lo puede todo, me han dicho, enmendará todas nuestras deficiencias y nos suplantará allí donde sea necesario.

Ni leer bien va a hacer falta, ¿para qué? Ya tenemos un programa que nos lo hace casi todo, así que me da la impresión de que nuestros jóvenes, listos como son, se han dado cuenta de ello enseguida y están empezando a sacar provecho del invento. El porvenir siempre ha sido la comodidad, la sencillez y la economía y en eso nuestros adolescentes son todo unos expertos. Y mientras que a uno le repatea esa desgana evidente con que leen una página de 'La dama del alba', esa murria en la que habita toda la comunidad lectora de la clase a la una y media de la tarde, monótona y cansada, exangüe y sin vida, ellos, los adolescentes, pronuncian mal las palabras, desentonan los enunciados, pierden el hilo de la lectura muchas veces, pero disfrutan del último tótem electrónico porque leer no sabrán leer pero en lo que respecta a todo lo relacionado con la informática, las redes y los ordenadores en general, no tienen parangón.

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