El rugido de Trump

América velará sin miramientos por su propio interés. Y cuando sea necesario lo hará a costa de vecinos, enemigos o aliados, sin distinción

Indisimulablemente narcisista e indiscutiblemente genial, el 47º presidente de Estados Unidos es un convoluto político excéntrico, vigoréxico y enrabietado; a partes iguales bufón televisivo, predicador ... monotemático, empresario activista, y político carismático: así puede ser descrito el más irreverente y provecto de los presidentes que ha investido América. Entregado a una furiosa labor mesiánica de predestinado, atrincherado en las instituciones, pertrechado por las grandes empresas del S&P, asesorado por las grandes fortunas, y aclamado por las clases medias y las desfavorecidas al alimón, Trump tiene ideas muy claras sobre la naturaleza, vocación y misión de su presidencia.

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Se cimenta su ideología sincrética en un recetario entresacado de un grimorio ultraliberal y a la vez ultra proteccionista, nativista y local a la vez que global e hiperinternacionalista. De la frase nuclear 'America first' y de su eslogan 'Make America Great Again', se desgranan dos mandamientos vertebradores de la acción presidencial, en los que la política interior y exterior se anudan. Es simple: se trata de enriquecer a los americanos para engrandecer una América expoliada, por redimir y liberar de hordas invasoras harapientas, aviesos enemigos a las puertas, y parasitarios amigos en Europa.

América velará sin miramientos por su propio interés. Y cuando sea necesario lo hará a costa de vecinos, enemigos o aliados, sin distinción. Actuará con un desdén supremo hacia las normas de convivencia liberales que su país asentó tras la debacle de la II Guerra Mundial ('Pax Americana'), las instituciones que instauró (ONU, FMI, BM, etc...), las alianzas militares y civiles que lideró o inspiró como partera (OTAN, UE), o los pactos que refrendó (de los comerciales a los nucleares). En este régimen de reseteado del ayer, no es fácil determinar quién debe estar más inquieto por la entronización de Trump hoy, si el Panamá amenazado de invasión, la Groenlandia forzada a desposeerse, el México sitiado, el Canadá proto-anexado, la China yugulada, o la desvalida Europa tributaria. En el lenguaje de Trump predominan las hipérboles, que se encarnan en bravuconadas, que suele cumplir.

De Panamá, dice Trump que ha violado el Tratado Torrijos-Carter, a pesar de que casi un 80% del tráfico por el canal es americano y un escaso 15% de origen chino. Para los groenlandeses tiene prevista una OPA hostil. En peor disposición que los demás, el México de la presidenta Sheimbaum, que con un 27% de su PIB ligado a las exportaciones a USA (para China el mercado americano sólo representa un 3% en comparación) y la amenaza de deportar a millones de personas en un éxodo bíblico, es dependiente y rehén. A los productos chinos, Trump se dice encantado de imponerles aranceles del 60%. Y luego están los aliados europeos.

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Una Europa fatigada y desgastada tras 25 años, en los que ha padecido los rigores de la crisis financiera de 2010, la mutilación del 'Brexit' en 2016, la devastadora pandemia de 2020, la invasión de Ucrania en 2022, y la hiperinflación que ha llevado a la recesión en 2024, le espera una dieta de aranceles por su parasitismo –superávit comercial favorable de 200 mil millones–, una purgación billetera por su indolencia –seguridad subrogada a los USA– y el cilicio por su ingénita deslealtad y su cerval antitrumpismo. Ante la estampa desvaída de una Europa avejentada, renqueante, fragilizada y dividida, tramonta el designio del presidente vigoroso y egotista de una potencia joven y en esteroides en lo económico, lo tecnológico y lo militar. Esto es lo que ha dicho que hará en nuestro vecindario el emperador: obligar a los europeos aliados a incrementar su gasto de defensa hasta el 5% del PIB, lo que en el caso de España se traslada un aumento de cuatro puntos inasumible. Forzar una paz en Ucrania, que en el momento actual y si la impone con prisa, significará la claudicación de Ucrania, la victoria de Rusia, el agrietamiento del sistema de seguridad en Europa y el inicio del desmoronamiento de la OTAN. Aranceles de entre el 10% y el 20% a los productos europeos, en su inmensa mayoría medicamentos, equipamiento médico y vehículos. Un desaire rotundo a las pláticas y tratados europeos sobre cambio climático.

¿Cómo le sentaría a España y a la Región de Murcia este 'Trump-tornado'? En los aspectos de seguridad, estamos muy alejados de los campos de batalla de Ucrania y podríamos sobrevivir sin la OTAN a largo plazo. En lo comercial, nos iría mejor que a los países altamente vinculados al mercado norteamericano, como lo son Alemania, Italia o Irlanda. No obstante, los aranceles harían daño a las exportaciones regionales de alimentos. Murcia es la segunda provincia española por volumen. Aunque la facturación es modesta –unos 400 millones €–, está concentrada en un clúster de empresas bodegueras, queseras y aceituneras que absorberían mal el impacto de los gravámenes en un contexto de apuesta por ese mercado, un ciclo de fuerte penetración, y un crecimiento interanual de más del 30%.

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Esta es la era Trump. Ganadores y perdedores. Ganan los americanos, pierden los vecinos y no quedan indemnes los aliados. Pierden los valores liberales, las políticas medioambientales, China y los migrantes indocumentados; ganan las petroleras, las finanzas y las criptomonedas, las tecnológicas y el compadre Musk. Gana sobre todo un hombre: Trump.

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