Nuevo ciclo en las relaciones internacionales

Queda por ver hasta dónde está dispuesto Occidente a llegar en la defensa de sus valores fundamentales y a oponerse a los regímenes autocráticos

Miércoles, 2 de marzo 2022, 01:55

Demostraría ignorancia de la Historia, argüir que vivimos tiempos nuevos: la Historia son ciclos y, aunque cambian los actores, sí se pueden identificar hechos pasados ... para establecer referencias hoy. Sirva de ejemplo la denominada 'política de apaciguamiento', por la que Francia y el Reino Unido bendijeron la anexión por parte de la Alemania nazi de la región checoeslovaca de los Sudetes, en 1938, convencidos de las justificaciones aportadas por Hitler. Cuando Chamberlain, primer ministro del Reino Unido, regresó a Londres, el que sería su sucesor, Winston Churchill, le 'espetó' algo así como: «'You were given the choice between war and dishonour. You chose dishonour and you will have war'». Al año siguiente empezó la mayor tragedia de la Humanidad hasta la fecha. Resultan evidentes los paralelismos con la actitud reciente del presidente ruso, Vladímir Putin.

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Y es que, lamentablemente, el 'buenismo' de los que desean la paz a cualquier precio no ha sido suficiente con demasiada frecuencia para evitar la guerra. Ni la creación de la extinta Sociedad de Naciones (1920), ni el Pacto Briand-Kellogg (1928), que pretendía proscribir definitivamente la guerra en las relaciones internacionales.

En mi modesta opinión, sí diría que 'comienza un nuevo ciclo en la Historia', al igual que lo que supuso la caída del Muro de Berlín y del bloque soviético o los atentados del 11-S de 2001. Las relaciones internacionales no serán iguales a partir de ahora.

Es imposible hacer en unas breves líneas un análisis de la situación, sus orígenes históricos, el desarrollo, las posiciones enfrentadas y las consecuencias, no solo entre las partes directas, sino con otros actores internacionales implicados, como son EE UU, la OTAN, la Unión Europea y el entorno geopolítico. Una excesiva simplificación resultaría negligente y sería, incluso, un menosprecio hacia las personas que sufren sus consecuencias.

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Es en estos aspectos donde los estudios en Relaciones Internacionales deben insistir: proporcionar a los futuros profesionales los recursos suficientes y la metodología para poder comprender la enorme complejidad que se da en las relaciones entre los países en el mundo real, movidas, en excesivas ocasiones, por la pasiones y ambiciones desmedidas de líderes ajenos a los verdaderos intereses de sus poblaciones, como son vivir en paz y dejar un futuro mejor a sus hijos.

Para el presidente de Rusia, la caída de la Unión Soviética fue una de las tragedias geopolíticas del siglo XX y ha dejado clara su intención de devolver a su país el esplendor de tiempos pretéritos. Tiempos, por otra parte, ficticios, pues no dejó de ser la Unión Soviética un gigante con pies de barro, mantenido por el brutal sometimiento de sus ciudadanos y en los países satélites. Y esa realidad quedó demostrada tras la caída del 'bloque socialista' y lo constato con mi propia experiencia cuando, movido por mi curiosidad, viajé a varios de estos países en 1983: ¡nadie me va a convencer de lo contrario!

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Es obvio, por tanto, que la mayoría de esos países buscaran la protección de Occidente (Europa, OTAN) en la primera oportunidad que se les ofreció, pues sus ciudadanos tienen recuerdos de sus padres o abuelos represaliados por ese régimen criminal. Ucrania no es una excepción, con varios millones de muertos por inanición provocada por Stalin.

'Occidente', como concepto, no es una región geográfica. Se trata de los principios que se defienden: democracia, Estado de derecho, libertad, justicia. En esta tercera década del siglo XXI estos principios son garantes de paz, pues no es razonablemente concebible un conflicto armado entre dos países que se guíen por ellos. Es legítimo pensar que otros países los deseen para sí.

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Y este es el marco para la paz a la que se debe aspirar, porque sería ingenuo definirla como lo contrario de la guerra o la mera la ausencia de esta. Hasta la guerra se hace para lograr la paz. Pero no una paz a cualquier precio, ya que vivir bajo opresión no es paz, es esclavitud. Así, creo que podríamos entender la paz como una situación de próspera convivencia entre los pueblos, en armonía, estabilidad, seguridad y dignidad, con independencia para tomar las propias decisiones en el marco del Derecho aceptado internacionalmente.

Si somos conscientes de lo que verdaderamente significa la paz, si la valoramos y la deseamos fervientemente, debe tener un valor intrínseco como para poder luchar por ella, aun a costa de la guerra contra un posible opresor. Incluso, defenderla cuando otros son atacados injustamente por tiranos. Y eso exige estar permanentemente preparados.

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Queda por ver hasta dónde está dispuesto Occidente a llegar en la defensa de sus valores fundamentales y a oponerse firmemente a los regímenes autocráticos, y no creo que haya muchas dudas de dónde está hoy el de Putin.

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