No. No es un cuadro de Rubens, con sus dioses y diosas abrazados, donde el paisaje se extiende hacia un lejano fondo de muros y ... rejas reblandecidas, y los cuerpos abundantes destilan amor, erotismo y fertilidad. No. Es un encuadre psicodélico de nuestra realidad política, siempre extravagante, excéntrica y, claro, bipolar. Nueve gracias sin ninguna gracia.
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Mucho se ha escrito, se escribe y se seguirá escribiendo sobre la decisión del Gobierno de conceder la gracia a los protagonistas del asalto a la legalidad en Cataluña. Esta medida supone un riesgo enorme para quien toma esta decisión y deben tener muy claro que es una posibilidad cierta de dar quietud y razón a la política catalana. Yo no creo que la cárcel, a la que somos muy aficionados los españoles con amenazar a todo el que nos enfrenta, sea la condena idónea para este tipo de delitos, creo que la inhabilitación política sería suficiente y no crearíamos víctimas innecesarias, pero la Ley es la Ley. La pena es que para llegar a esta disposición se haya tenido que vender una mentira cobarde en periodo electoral y se haya eludido y negado a los votantes la posibilidad de decidir si estaban de acuerdo o no con la medida, lo que no deja de ser un fraude político intencionado de quien ahora está en el Gobierno (aquello que dijo el poeta de que la mentira es un sueño que se puede convertir en realidad). Mas lástima da ver a los agraciados despotricar, como necios deslenguados, contra quien te da el beneficio, asumiendo el riesgo de la medida. Pero el nacional-separatismo catalán es esto, diarrea mental y fuegos de artificio. Tenía razón Josep Pla cuando decía que, «como en Cataluña todos somos iguales y no hay nadie importante, los catalanes somos tan groseros».
Hay un error de base en todo este planteamiento pues aquí no hay un conflicto de Cataluña con el Estado o con España, sino un conflicto brutal y violento entre los propios catalanes. Al separatismo extremista y minoritario le interesó sacar del territorio sus pretensiones en busca de un monstruo opresor y de adhesiones fervorosas, manipulando sentimientos y emociones y rehaciendo la historia, aunque sea de forma burda, a los que se añadieron las oligarquías políticas y económicas perseguidas por la corrupción. Su gran éxito ha sido que la mayoría de los catalanes no acudan a votar, ya sea por aburrimiento, por hartazgo o por desinterés, lo que es síntoma de una democracia que se pudre. Elección tras elección revela los mismos resultados. No les gusta el diálogo en catalan porque prefieren la quimera embustera de representar a un solo pueblo enfrentado a un solo destino. La realidad no cambia por mucho que se intente tergiversar y la única realidad está en las urnas y sus reiterados resultados. Sin grandes apoyos lo único que pueden hacer es reventarnos los oídos.
Lástima da ver a los agraciados despotricar, como necios deslenguados, contra quien te da el beneficio
Nos hemos equivocado y me temo que seguiremos equivocándonos. Al partido popular le birlaron el relato (como le gusta decir al separatismo) y entró al trapo del enfrentamiento propuesto, con resultados muy negativos, a pesar de tener el mando. Enfrentarse al Estado no es sencillo, se necesita fuerza política, moral y ardor guerrillero, armas que no tienen y solo con la palabra y la sonrisa puedes dar la matraca pero poco más. Por eso cuando se habla de golpe de estado, algo que no pasa de una simple zancadilla, me confirma de que nos han abducido con sus mentiras y sus exageraciones, sus eslóganes fantasiosos y sus mensajes insultantes. También tiene gracia que quien no supo resolver el enfrentamiento cuando tenía el poder ahora niegue la posibilidad de un acercamiento, cuando nada tiene que perder y mucho que ganar si, como espera, todo queda en un fracaso.
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El Partido Socialista, por distinto motivo, esto es, por necesidad de amarrarse al poder, abunda en el mismo error de creer que una minoría que carece de apoyo popular amplio es un interlocutor válido. Debería exigir un gran acuerdo en Cataluña antes de abrir ningún tipo de diálogo, para eso tienen el parlamento y las instituciones catalanas. El desprecio que demuestran por su desgraciado pueblo dividiéndolo entre catalanes bondadosos, la minoría, y españolazos opresores, la mayoría, demuestra el carácter xenófobo, reaccionario y fascista del separatismo y la imposibilidad de ser independientes algún día. Sin diversidad, sin respeto y sin educación no hay libertad si no tiranía.
En cualquier caso, espero, como ya decía, desde su exilio, Salvador de Madariaga, que, a pesar del riesgo del nacionalismo, España sea capaz de que la libertad efectiva de todos circule como una savia nueva, para que todas las Españas vivan y se muevan. Difícil camino le espera al Gobierno, lleno de traiciones y obstáculos, pero es una postura valiente, aunque incierta, que pagará si fracasa y que explicará claramente lo que no ha entendido.
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Que la gracia nos acompañe a todos.
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