Kristi Noem, secretaria de seguridad interior, daba el jueves una conferencia en Los Ángeles. Un hombre la interrumpió diciendo «Soy el senador (demócrata) Álex Padilla. ... Tengo una pregunta para la secretaria». Dos agentes en la sala lo esposaron y se lo llevaron detenido. Así de fácil se destruye la democracia más antigua del mundo.
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Nunca lo hubiera pensado, no creí ver esto. Una parte del cine de mi infancia hablaba de los enemigos de Estados Unidos, siempre la Unión Soviética o Rusia, incluso Nicaragua o Irán. Nunca pensé que los propios estadounidenses se cagarían en las tumbas de sus soldados muertos por combatir el nazismo en Europa tomando el camino que los medios llaman «autoritario», pero que no es sino una dictadura incipiente.
Estamos viviendo la noche americana. Un imperio que sirvió como patrón para Occidente en tiempos difíciles tras la II Guerra Mundial implosiona. Esta deriva radical comenzó tras el asalto al Capitolio. Pensé que sería un proceso lento, pero es mucha la velocidad a la que la tierra de los valientes se humilla a sí misma y se somete a tipos como Putin o Netanyahu para que un viejo niño mimado goce del sueño de emular a Hitler. He leído 'La conjura contra América' de Phillip Roth, he visto 'Amanecer rojo', me sé todos los capítulos de 'Black Mirror'. Hasta he leído tebeos en los que Hulk era presidente de una devastada Estados Unidos. Todo se queda pequeño ante lo que estamos viendo. Pienso en el futuro y me preocupan mis hijos. Voy al ordenador y escribo un artículo que se llama 'Hijos de puta'. Lo rompo y lo tiro a la papelera. Estoy exhausto. Ha sido una temporada agotadora, un poco al límite de mis posibilidades, y la actualidad informativa ha ido acrecentando esa sensación de extenuación. Creo que todos estamos al límite.
Estos días, en Verónicas, se puede ver una exposición que hemos comisariado Carolina y yo con el título 'La noche americana' y se llama así por tres razones. La primera es por la homónima película de Francois Truffaut de 1972, la segunda por el filtro que se utiliza para falsear la noche en el cine y la tercera es por el declive estadounidense, que ha comenzado mientras esta exposición ocurría.
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En julio de 1971 Truffaut también estaba extenuado. Había rodado 'Las dos inglesas y el amor'. También andaba deprimido por la tristeza de la peli que había enviado a positivar a Niza, en los estudios La Victorine. Se encontró allí con un enorme decorado abandonado; una decena de fachadas de edificios con cafés, metro, escalinatas... Lo habían construido para 'La loca de Chaillot', una superproducción dirigida por Bryan Forbes con Katharine Hepburn, Charles Boyer, Claude Dauphin y Edith Evan. En esas falsas ruinas del viejo París, que no se habían demolido por su alto coste, decide hacer una película sobre el cine. Todo ocurriría allí, los decorados serían parte de la historia, mostraría las conexiones entre directores, llenaría la peli de citas, mostraría las tripas y los trucos, como la forma en que se hace la noche poniendo un acetato delante de la cámara, azul si la película es en color, rojo si es en blanco y negro. Eso es la noche americana en español, 'efetto notte' en italiano. No era la primera del género, Fellini hizo algo parecido en '8 ½', pero sería un canto de amor al cine, y por lo tanto, al arte.
Carolina y yo amamos esa película porque amamos el arte como el francés amaba el cine. Él mismo aparece como actor, es el director de la película y lleva un sonotone en un homenaje al sordo Buñuel. Siempre hemos pensado que con 'La noche americana' Truffaut se puso un acetato en los ojos y vio el mundo como cine. El arte, el cine, la vida. El arte como aquello que hace que la vida sea más interesante que el arte, dijo Robert Filliou, a quien tanto amamos también.
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Tal vez hemos hecho esta exposición de Verónicas por la misma razón que Truffaut, quizás estuviésemos agotados y desanimados y el arte apareciese para salvarnos, como tantas veces. Tal vez el arte no consiga revertir la deriva de este mundo absurdamente violento, pero será un refugio en el que podremos seguir siendo nosotros y crecer en otro mundo, el de las ideas, que no nos podrán arrebatar, al que no entrarán las corruptelas ni los abusos de poder ni la miseria ni el hambre.
Tal vez 'La noche americana' sea un intento de fuga, no lo sé, pero sí sé que, a lo largo de la historia, he estado de parte del bando que tomaban los artistas. Estuve con Goya y con Isidoro Máiquez en aquella España absolutista y oscura como hoy estoy con Bruce Springsteen o Robert de Niro contra el actual régimen estadounidense.
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Os invito a venir a Verónicas, situaros en medio de todo ese despliegue descomunal de arte de todos los tiempos y sentiros como Truffaut ante los decorados de La Victorine. Poco a poco iréis entrando en las historias que se cruzan, que levantan universos en los que las ideas fluyen y esquivan las pulsiones de las tripas o de donde quiera que salgan el rencor, la violencia y la oscuridad de estos tiempos miserables que vivimos.
Tal vez el arte sea la salvación del alma, quizás no, pero ¿alguien conoce un remedio mejor?
A Alberto Sevilla, in memoriam.
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