Calor. Mucho calor y humedad. Mosquitos y olor a sudor en una cabaña de la jungla vietnamita ¿o es una casita de huerta? Soy Robert ... de Niro viendo cómo un vietkong abofetea a Chiristopher Walken para que dispare la pistola contra su sien. Apuestan sus billetes y gritan alrededor nuestro. Más calor, más humedad, más gritos, más tensión. Tres balas en la escena de 'El cazador' para Robert de Niro. Walken tiembla, no quiere dispararse otra vez, el pánico lo devora. Es la metáfora perfecta de los tiempos que vivimos, es nuestra vida y los kongs abofetean más a Walken y gritan ¡Mau! hasta que me giro y le pego un tiro en la frente a su jefe, me hago con el Ak 47 y mato a todo el mundo en la infecta cabaña de bambú a 40º y 90% de humedad. Esa es la forma de describir mi estado de ánimo en este momento y en este país.
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Soy Michael Douglas en 'Un día de furia' paseando mi bate de baseball por una ciudad que arde al sol de poniente. Soy Henry Fonda intentando mantener la cordura y el sentido de la justicia a los 40º del salón donde deliberan los '12 hombres sin piedad'. También soy Klaus Kinski gesticulando como loco en la húmeda selva del Amazonas mientras intento subir mi barco por la ladera de la montaña en 'Fitzcarraldo'. Y Jack y Tyler Durden volando los edificios de los bancos en 'El Club de la lucha' con la cara reventada por un balazo que me he pegado yo mismo.
Soy todo eso cuando acaba julio, tras un año en el que Carolina y yo empezamos a galopar el 1 de septiembre y aún seguimos como si nos persiguiese el jinete sin cabeza de 'Sleepy Hollow' sin descanso, porque la alegría es siempre sin descanso y ha sido el año más alegre de nuestras vidas. La alegría de celebrar 25 años ha convertido T20 en 'Desmadre a la americana' varias veces en las que Murcia fue el escenario de 'Jo, qué noche', pero también fueron todas las ciudades por las que fuimos pasando en 'La parada de los monstruos' que somos los del arte con nuestra extraña caravana de ilusiones y miradas al abismo mezcladas con cócteles en áticos de hoteles de Madrid en los que aguantamos discursos de políticos que tal vez podían acabar como la reina de Inglaterra en 'Agárralo como puedas', bajo el seductor peso de Frank Drevin, mi ídolo eterno.
Iba a decir que correremos por la playa como los de 'Carros de fuego' con música de Vangelis, pero ni correremos
Un año en el que hemos vivido un horror que ha superado a 'Masacre. Ven y mira' y que deja 'La lista de Schindler' en una cursilada. En 'Lansky' el protagonista, de joven, se preguntaba, mientras presenciaba el genocidio que los nazis ejecutaron sobre su pueblo, ¿por qué no viene nuestro ejército? Pasado algo menos de un siglo tienen ejército y Lansky vería respondida la pregunta: cuando han tenido ejército han repetido lo que vieron a los nazis hacer con el pueblo más débil a su alcance, que entonces eran ellos. Demasiado horror, demasiada maldad, demasiada tolerancia a lo que vemos y me asomo a la ventana y grito: «Estoy más que harto y no quiero seguir soportándolo», como Howard Beale en 'Network' de Sidney Lumet.
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Pero Carolina y yo tenemos un plan: Escaparemos bajo el agua.
Después de 11 meses vestidos de Prada como Meryl Streep, sin horario en un mundo de fuegos artificiales, después de casi caer rendidos como Jane Fonda y Michael Sarrazin en 'Danzad, danzad, malditos', estamos aquí mirando las vacaciones desde un altozano, sudando como Orson Welles en 'Sed de mal' y viendo ya la playa de Marha's Vineyard tras escapar del tiburón, como Richard Dreyfuss y Roy Scheider dando patas agarrados a un tablón del Orca.
Nos iremos al mar. Dejaremos de leer de arte o de filosofía y solo leeremos viejas historias marineras. Bucearemos en La Azohía con nuestros hijos. Iremos a Cabo de Palos a saludar al 'Naranjito', ese pecio que, siendo pequeñito, parece un barco hundido del Mar Rojo. Pasaremos a ver al Cacho Carne por Calabardina para ver sus descomunales morenas y bajaremos 15 metros más o menos en la Isla del Fraile de Águilas con la esperanza de volver a ver el animal más esquivo de nuestro mar, el caballito de mar.
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No pensaremos. No veremos telediarios ni leeremos cosas importantes. En los periódicos solo miraremos la página de cultura y las secciones en las que se entrevista a gente, pero no leeremos las de los políticos. Iba a decir que correremos por la playa como los de 'Carros de fuego' con la música de Vangelis, pero es que ni correremos. Este año, por primera vez en mucho tiempo, vamos a tener unas vacaciones largas, de 42 días, que queremos vivir bajo el agua, en los que no nos preocuparemos de nuestra línea y beberemos cerveza y comeremos gambas como si la gota no existiese y se nos hará de noche en el bingo de la Asociación de Vecinos de Isla Plana o viendo algún concierto en chiringuitos perdidos por las áridas laderas de las costas del sudeste.
A partir de ahora mis artículos no serán inteligentes, intentaré, por el contrario, que sean divertidos. Hablaré de cosas de debajo del agua, de aquella vez que conseguí encontrar al tiburón jaguar, como en 'Life Aquatic' de Wes Anderson.
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