Un mundo diferente

La primera línea de actuación pasa por un pacto entre los agentes sociales que asuma que salarios y márgenes empresariales no pueden crecer como la inflación

Domingo, 17 de abril 2022, 08:41

Parecía cosa del pasado, dos generaciones ni siquiera la conocían y, sin embargo, ahí está, la inflación ha alcanzado máximos de casi cuarenta años. No ... va a resolverse por arte de magia. El mundo no volverá a ser el de antes, ni siquiera si Rusia y Ucrania alcanzan pronto un acuerdo de paz. Europa ha decidido desvincularse de Rusia –y, tal vez, en parte de China– ante el abismo de desconfianza creado por la guerra. Eso significa buscar alternativas al gas, el petróleo y otros bienes estratégicos que compramos a Rusia, algo que requiere tiempo y es caro.

Publicidad

La situación amenaza con provocar tensiones sociales y dificultades económicas, cuando ni siquiera habíamos salido de la crisis pandémica. Para limitar daños, es fundamental partir de un hecho: la subida de precios del petróleo y el gas que importamos significa que España dedica una parte mayor de la renta nacional a pagar a los países productores, por tanto, somos más pobres. La tarta es más pequeña.

A partir de ahí, es preciso adoptar medidas en tres ámbitos. La primera línea de actuación pasa por un pacto de rentas entre los agentes sociales que asuma que salarios y márgenes empresariales no pueden crecer como la inflación. Si subiesen los salarios, las empresas, que ya soportan el aumento de la energía, subirían más los precios, y volveríamos a la situación inicial, creando una espiral de aumentos de salarios y precios sin conseguir recuperar el poder adquisitivo. Peor aún, seríamos menos competitivos que otros países y el Banco Central Europeo subiría los tipos de interés para contener los precios, de modo que el empleo iría peor y habría más desigualdad. Los más vulnerables siempre lo pasan peor en las crisis.

Las ayudas han de reunir dos condiciones: que se centren en los más afectados y que sean temporales

La segunda línea de actuación iría a compensar a las familias más vulnerables para mantener la cohesión social, y a las pequeñas empresas y los autónomos de los sectores más afectados, como el transporte por carretera, para apoyar el tejido productivo. Ahora bien, las ayudas han de reunir dos condiciones: que se centren en los más afectados y que sean temporales. Las ayudas a pequeñas empresas y autónomos han de ser temporales porque no tiene sentido apoyar indefinidamente una actividad que ha dejado de ser rentable con cargo a las cuentas públicas, salvo que existan razones estratégicas. Además, las ayudas a familias y empresas han de apoyar directamente a los colectivos apropiados, no pueden ser indiscriminadas. Bajar impuestos a todos es caro e impide que la economía se ajuste a una energía más cara, a través de mejoras en la eficiencia energética o de la inversión en energías sostenibles. Aunque sea popular no suele ser una buena idea.

Publicidad

La tercera actuación pasa por plantear la posibilidad de intervenir en el proceso de formación de precios en algunos sectores, como piden los consumidores de electricidad y los agricultores. Hay que tener buenas razones para hacerlo, como que no exista competencia en un sector o que, por razones excepcionales, haya distorsiones en el mecanismo de formación de precios. Si hay indicios de prácticas oligopolísticas, debería intervenir la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia. Si hay distorsiones temporales en el precio del gas, sería apropiado que no tuviera tanta influencia en la determinación del precio de la electricidad generada con energía nuclear o con renovables.

¿Cómo lo estamos haciendo? Las medidas anunciadas por el Gobierno se han tomado su tiempo, pero de momento, a mi juicio, van en la dirección adecuada. Queda pendiente de saber cómo se modifica la incidencia del gas en el precio de la luz, pero el objetivo en las condiciones actuales es apropiado y ayudará a moderar la inflación. También son adecuadas las ayudas directas y temporales a familias y sectores más afectados. Mucho más discutible es la rebaja de impuestos sobre los carburantes para todos los consumidores, aunque sea temporal. Especialmente cuando las arcas públicas están exhaustas tras la crisis de la Covid, hay compromisos de aumentar el gasto en investigación, educación y defensa y sabemos que el gasto en pensiones aumentará. La intervención en el alquiler es controvertida, tiene sentido desligarla del IPC, pero no tanto cambiar las reglas del juego a medio partido. Por último, está por ver si se alcanza un pacto de rentas, aunque hay signos positivos entre los agentes sociales.

Publicidad

El panorama es difícil, requiere de medidas convincentes, consensuadas y con amplios apoyos, que generen estabilidad y den certidumbres a unos agentes económicos y sociales que llevan quince años afrontando una situación de estancamiento económico. Cierto es que se han sucedido perturbaciones externas que no estaba en nuestra mano controlar. Sin embargo, también es cierto que esas crisis nos golpean más que a nuestros socios y que pasan los años y no abordamos las reformas en los ámbitos que promueven la prosperidad. Basta observar el abandono escolar, la inversión en investigación e innovación, o el funcionamiento de las instituciones. No hay más remedio que subir el listón.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Prueba LA VERDAD+: Un mes gratis

Publicidad