Empecé en el mundo de la empresa desde muy joven, junto a mi padre. Con él aprendí lo que es trabajar con perseverancia, esfuerzo, pasión ... y lealtad, valores fundamentales para realizar cualquier actividad, sobre todo la empresarial.
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Ver crecer un proyecto, consolidarlo y convertirlo en riqueza y empleo, con la responsabilidad que eso conlleva sobre los trabajadores y sus familias, es el premio a la dedicación. Cuando hago balance del pasado, y pienso en el futuro, veo la ilusión con la que vivimos cada logro, el aprendizaje que obtenemos de cada error y el equipo que vamos creando. Pienso que mereció la pena el camino recorrido como merecerá el que nos queda por recorrer.
Hoy conmemoramos el Día Regional del Empresario y la Empresaria, creado en reconocimiento de quienes están al frente de grandes y medianas compañías, pymes, micropymes y autónomos. Es decir, de aquellos que recorrieron un camino similar al mío y están peleando cada día por seguir siendo competitivos.
Es un día para aplaudir el espíritu emprendedor, que no reconoce únicamente a quienes inician un nuevo proyecto, sino también a los que quieren consolidar su empresa y siguen pensando cómo mejorar e innovar para avanzar, poniendo en la mayoría de ocasiones todo su patrimonio en juego. Por todo ello, demonizar, castigar y poner en duda la honorabilidad del empresario suena hoy ridículo, cuando gracias a su aportación nuestra sociedad se ha vuelto más próspera.
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Gracias a los empresarios hay empresas y gracias a las empresas hay trabajadores. Generan riqueza, empleo y con sus impuestos permiten que haya más capacidad económica para realizar proyectos de bien común. Por eso resulta incomprensible que se haya convertido en tendencia saltarse el diálogo social y esquivar la mesa en la que se sientan Gobierno, organizaciones empresariales y sindicales para alcanzar acuerdos de país. Gobernar por decreto o sin el visto bueno de una de las partes no es buen ejemplo de democracia.
Hubo debate en su momento con motivo de las reiteradas subidas salariales y a él se ha sumado la propuesta de reducción de la jornada laboral, obviando el V Acuerdo para el Empleo y la Negociación Colectiva rubricado por los agentes sociales en mayo de 2023. Es importante respetar lo que se firma y sobre todo cuidar las formas, sin cambiar las reglas del juego en mitad de la partida y sin utilizar medidas de presión que están fuera de lugar, como las concentraciones celebradas frente a las sedes de las patronales hace apenas unos días. Es un derecho indiscutible, pero no parece lo más oportuno cuando hay negociaciones abiertas.
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Vamos a ver si somos capaces de cambiar determinadas dinámicas que se han mostrado muy perjudiciales. Una de ellas es ese relato que señala al empresario siempre como 'el malo de la película' frente al trabajador. Un relato al que contribuyen los posicionamientos radicales de algunas formaciones políticas y también situaciones que permiten la valoración generalizada y frívola en torno al colectivo. Como si por el hecho de que alguien haga algo mal tuvieran que pagar justos por pecadores.
La mejor forma de combatir ese relato tan gratuito y más propio del siglo pasado es consolidar que nuestras empresas sean el referente para la construcción de la sociedad actual. Con una buena gestión, que redundará en productividad y competitividad para generar riqueza y mantener y crear nuevos empleos. Con capacidad de adaptarse al entorno sin desviarse de la cultura del esfuerzo y el trabajo como base para el crecimiento. Y con una dedicación mayor de recursos a la proyección de la figura del empresario como clave de progreso.
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Si miramos a la Región de Murcia, el escenario doméstico presenta las particularidades y carencias de infraestructuras de siempre. Cuesta creer que en un estado democrático como es España existan estas diferencias de financiación entre comunidades, que hacen que haya españoles de primera, segunda o tercera. La responsabilidad de nuestros dirigentes, tanto nacionales como regionales, es velar por el bien de todos, con una óptima gestión de los recursos que se les confían. Para ello es necesario un dialogo abierto y constructivo, donde el bien común sea el objetivo de nuestros representantes, que lo son por el voto ciudadano. Lo esperable es que cumplan con su deber con el respeto y talante necesarios para hacer de nuestra sociedad el modelo de paz y convivencia que necesitamos.
La evolución es imprescindible para crecer y en esta región está pendiente el debate riguroso, serio y razonado de cuál es el modelo productivo que queremos desarrollar en los próximos años. En mi opinión, un modelo que, sin desdeñar la enorme aportación del sector agroalimentario, tiene que potenciar mucho más actividades como el turismo y la industria. Y para ello hace falta crear un escenario atractivo para la inversión y un cambio urgente hacia una mentalidad ambiciosa, que huya del conformismo.
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