La obligación de impulsar la demanda eléctrica
No cabe otra respuesta frente al cambio climático que electrificar urgentemente todos nuestros consumos
Mucho se habla de las catastróficas consecuencias que va a provocar el cambio climático, ya notamos sus primeros efectos y con ellos ha llegado, por ... fin, el silencio definitivo de los negacionistas. Los escenarios que se dibujaban hace años como nefastos empiezan a ser cuestionados, porque se están quedando cortos en la severidad de los daños esperados y desajustados en los plazos previstos, que se acortan de manera alarmante.
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El cambio climático es un mal planetario y, si la reacción no es global, del conjunto de la comunidad internacional, las generaciones venideras tendrán que vivir de una manera muy diferente a la nuestra. España es una muy pequeña porción de territorio y humanidad, pero esto no debe llevarnos a no actuar de manera decidida en la trascendental misión de descarbonizar nuestras vidas.
Más allá de las palabras, debemos pasar a la acción, y la acción efectiva es electrificar nuestros consumos, no cabe otra respuesta frente al cambio climático que electrificar urgentemente todos nuestros consumos, porque no hay energía verdaderamente limpia que no sea eléctrica. Sin embargo, la electrificación no se está produciendo, tenemos la oferta, el sector ha cumplido, primero madurando las tecnologías y luego implantando de manera suficiente; pero no se atisba la demanda, la implantación de la movilidad y el transporte eléctrico no avanzan a la velocidad que debieran, y los sistemas de climatización por bomba de calor tampoco se imponen, por citar dos vectores clave en la electrificación.
Por este motivo, en España nos encontramos con desajustes preocupantes: la penetración de producción renovable excede con mucho la esperada, mientras que la electrificación de los consumos va en franco retroceso. El éxito de la expansión renovable puede resultar también un fracaso. Multiplicar la potencia renovable disponible en el sistema eléctrico es condición necesaria, pero no suficiente. Si los consumos no se electrifican, la descarbonización no se produce, con independencia de los GW verdes que se instalen. El número de GW renovables instalados no debe tomarse, como se hace en ocasiones, como un indicador de éxito; la clave está en reducir nuestro consumo de combustibles fósiles.
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Es necesario establecer un orden en un proceso de descarbonización que, para culminarse con éxito, debe albergar una razonable sincronía entre la oferta y la demanda, de tal forma que la sostenibilidad económica de los generadores y del propio sistema sea también una garantía para alcanzar nuestra meta común: la sostenibilidad medioambiental. Es el momento de que vayan saliendo las tecnologías contaminantes del sistema energético, de forma progresiva y ordenada, para que, mediante la electrificación de los consumos, vayan ocupando ese lugar las fuentes eléctrico-renovables. También es de sentido común descarbonizar el propio sistema eléctrico y no sobredimensionar la oferta renovable disponible.
En este sentido, parece razonable que el Ministerio para la Transición Ecológica considere la creación de un Observatorio para la Electrificación, que contribuya a armonizar la potencia eléctrica instalada con la demanda prevista, para que nuestro país no termine por convertirse en algo tan estrambótico como sería un hogar con una potencia de consumo eléctrico de 3 kilovatios –y que no reduce su consumo de gasolina, gasóleo y gas–; pero que ha colocado 1 megavatio de autoconsumo fotovoltaico en su cubierta.
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