Cuando las medidas para prevenir la Covid matan

Martes, 22 de febrero 2022, 02:10

Cuando al principio de la pandemia se propuso 'sanitarizar' las residencias para personas mayores para atajar la expansión de la Covid-19, distintos expertos se ... posicionaron a favor y en contra. En resumen, unos argumentaban la necesidad de detener la transmisión del virus utilizando medidas drásticas como el aislamiento, la supresión de los contactos sociales y las visitas, el recorte de la interacción social dentro del propio centro...; otros ponían en cuestión dichas iniciativas aduciendo que los derechos de las personas afectadas estaban siendo conculcados, que la soledad y el aislamiento matan, que la inactividad física acarrea importantes consecuencias en la vida de las personas, que no se estaban teniendo en cuenta principios éticos...

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Sabemos lo que ocurrió: se prohibieron las visitas, se aisló a los mayores en sus habitaciones y se interrumpieron las actividades grupales, entre otras cosas. El pasado 21 de enero se publicó en la revista 'Journal of Health Economics' un artículo titulado 'Calidad de las residencias para personas mayores, muertes por Covid-19 y exceso de mortalidad'. El artículo intenta responder a una pregunta: ¿qué explica que algunas residencias hayan sido capaces de proteger eficazmente a sus residentes, mientras que otras no lo han hecho? Utilizando datos sobre centros para personas mayores en EE UU, con una muestra de 15.000, la revista analizó si la calidad de cada establecimiento predecía o no la mortalidad por el coronavirus.

Las residencias estudiadas están vinculadas al sistema Medicare –el programa federal de seguro médico para personas mayores y personas más jóvenes con discapacidad– y a Medicaid –el programa estatal que brinda cobertura médica a personas de bajos ingresos–. Y se clasifican en cinco categorías, de una a cinco estrellas como los hoteles y de menor a mayor calidad.

La primera cuestión que cabe señalar es que la incidencia de la Covid fue la misma con independencia de si los centros atesoraban una o cinco estrellas. Es decir, la probabilidad de sufrir algún caso de Covid-19 entre los residentes o el personal que los atiende no se explica por la calidad de la residencia objeto de análisis. En comparación con las residencias de una estrella, entre enero y el otoño de 2020 se contabilizó un 15% menos de muertes por Covid entre las personas que viven en centros de cinco estrellas. Los centros con esa calificación tuvieron mucho más éxito en el control de la transmisión del virus.

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¿Qué factores explican este mejor control de la pandemia? Contar con más personal y más equipos de protección, realizar más pruebas de detección cuando fue posible, tener más personas vacunadas cuando las dosis estuvieron disponibles, actuar con mayor rigor a la hora de aislar a las personas, prohibir las salidas al exterior, limitar el acceso a los familiares y amigos... Y, sin embargo, los investigadores observaron algo muy preocupante: en comparación con las residencias de una estrella, las de menor calidad, se registró un 15% más de muertes por no Covid entre los residentes de los centros de cinco estrellas. Es decir, en los centros más estrictos con las medidas para frenar la diseminación del virus, los teóricamente de mayor calidad, murieron más personas por patologías no vinculadas a la pandemia. Ante esta evidencia, la publicación efectuó nuevos análisis para comparar qué sucedía en los centros con todos los tipos de causas de muerte, tanto por Covid como por no Covid. En comparación con las residencias de una estrella, los fallecimientos fueron un 8,4% más entre los residentes de los centros de cinco estrellas.

Los datos varían según las fechas de recogida. Por ejemplo, el 13 de septiembre de 2020 y en igualdad de condiciones, las residencias de cinco estrellas experimentaron un 11,4 % más de muertes no relacionadas con la Covid-19 que las de una estrella; el 15 de abril de 2021, esta cifra había aumentado hasta casi el 15 %. No cabe entrar en detalles técnicos, pero el artículo aborda –y desecha por inconsistentes– problemas en la recogida de datos que hayan subestimado, por ejemplo, las muertes por Covid en centros de menor calidad; o que estos experimenten menos fallecimientos no relacionados con el coronavirus porque los residentes más frágiles mueren precisamente por él.

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La principal hipótesis es que los centros de cinco estrellas, por querer controlar la pandemia, aplicaban las medidas sanitarias con enorme rigor aunque estas incluyeran el aislamiento, la interrupción de las actividades de grupo, la limitación de las visitas o la interrupción de las actividades de ocio compartido. Todos los que nos dedicamos a la gerontología sabíamos, y estábamos muy preocupados, las enormes consecuencias en las personas mayores de la falta de actividad física, de la pérdida de contactos sociales tanto a nivel físico, cognitivo como emocional; de los dramáticos efectos del aislamiento, la soledad y la pérdida de dignidad. Y no podemos volver atrás.

No se trata de criticar el trabajo de responsables y profesionales de las residencias para personas mayores, que en la inmensa mayoría de los casos hay que valorar y agradecer. Carecíamos de datos científicos en aquel momento. No hay que echar la vista a atrás para reprochar. Es mirar para aprender.

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Y un aprendizaje clave es que un enfoque más equilibrado que haga hincapié en maximizar la salud –en un sentido amplio– de los residentes, en lugar de limitarse a minimizar el riesgo de una enfermedad concreta, podría haber resultado más apropiado. Solo pensábamos entonces en disminuir el número de casos de Covid y en las personas fallecidas; un objetivo que, con ser obligado, se revela insuficiente. Creo que tenemos que entender los porqués. Yo les digo uno: nuestra incapacidad de pensar la salud de manera transversal integrando miradas diversas y teniendo en cuenta enfoques más amplios. En otras palabras, nuestra ceguera conceptual, que tiene graves consecuencias. Esta es una de ellas.

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