Asertividad en tiempos aciagos
La comunicación asertiva es diplomática, busca la concordia persiguiendo soluciones y evitando culpabilizar al de enfrente
Apesar de la alegría que ha inundado las fiestas navideñas, del ambiente festivo del paso de año o de los Reyes Magos, que iluminan la ... cara de los inocentes, lo cierto es que estamos viviendo tiempos difíciles e infelices. Nos gustaría sentir esa ingenuidad infantil para evadirnos de la realidad en la que, día a día, segundo a segundo, la actualidad cotidiana de esta aldea global informa sobre el sufrimiento de millones de personas. Son seres humanos, el prójimo más o menos cercano, cuyo devenir vital se trunca al toparse con tragedias impensables, con la violencia, con la opresión, con injusticias de carácter económico, étnico, religioso o social y con los desastres de la guerra.
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Este es uno de esos periodos en los que, desde que nos despertamos hasta cuando caemos rendidos al final del día, una permanente nube mental barrunta desgracias en derredor. Existen indicios y señales de conflictos por doquier. Agüeros adversos de maldad y de indolencia, altamente premonitorios de pronósticos inciertos. Estas sensaciones omnipresentes nos irritan, ya que parecen no solo ser vaticinios que presagian mayores tormentos, sino que nos contagian supersticiosamente, cambiando la forma de relacionarnos en nuestro propio entorno.
Vivimos tiempos aciagos. Aciago es un término que se originó de 'aegyptiacus', significando día fatal, quizá recordando las consecuencias de las terribles diez plagas de Egipto (de la sangre, de las ranas, de los piojos, de las moscas, del ganado, de las úlceras, del granizo, de las langostas, de la oscuridad o sobre los primogénitos) narradas en los capítulos 7 a 12 del Libro del Éxodo de la Biblia. Una tras otra, sin solución de continuidad, abocando a la desgracia y a la desesperanza. Las plagas están aquí. Cuando sucesivamente escuchamos o vemos noticias negativas, de forma inconsciente, en atención a la propia supervivencia, nuestro cuerpo lo entiende como vaticinio de augurios infelices y, en consecuencia, se prepara 'a la defensiva' para soportar probables momentos infaustos. En el ambiente se respira crispación que inflama el aire y nos intoxica.
Es en estas circunstancias, cuando, sin olvidar lo que ocurre en otras latitudes, es imprescindible reflexionar, atemperar el ánimo y, de forma objetiva, escuchar los indicios optimistas, apreciar la situación real de nuestro entorno y entrenarse activamente para mantener la calma y la quietud. En tiempos de zozobra e inestabilidad contagiosa, para lograr el equilibrio social en las relaciones, se deben desarrollar habilidades que permitan defender opiniones y sentimientos personales de una manera eficaz. Es decir, aplicar altas dosis de delicadeza con el fin de respetar la forma de pensar de los demás y que ellos lo perciban así. Y si esta competencia y destreza no se ha cultivado previamente, se puede aprender. Es la asertividad, del latín 'assertum', que indica afirmación, una habilidad emocional y social que capitaliza el éxito.
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La comunicación asertiva es diplomática, busca la concordia persiguiendo soluciones y evitando culpabilizar al de enfrente. Con confianza en sí mismo y con grandes dotes de empatía, poniéndose en los zapatos o en la piel del otro y respetándolo, explicando nuestros criterios con firmeza sosegada y razonándolos de forma flexible, la asertividad establece una comunicación activamente integradora, atenta y escuchante. Pero, más allá del lenguaje positivo que empleemos, se debe sustentar también en la claridad de los conceptos, en el tono de voz, en la actitud, en la expresión facial y en la postura corporal, que suelen ser más elocuentes que las palabras. Ser asertivos debe ser un hábito que surja de modo natural, evitando distorsiones que puedan conducir a tergiversar lo hablado y que, en consecuencia, la situación derive en conflicto. Es decir, que no se evidencia incongruencia entre lo que se está expresando verbalmente y el lenguaje no verbal facial o corporal.
Practicar asertividad produce réditos positivos en las relaciones sociales. Es esencial en las estrategias ganadoras del 'win to win', de beneficio mutuo, ya que aumenta el diálogo sincero y consigue no solo mejorar la comunicación, sino que aumenta el respeto recíproco, la cordialidad y las relaciones sinceras, con una gestión social humanizante más eficiente y productiva.
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En tiempos aciagos, por el bien de la sociedad y de las ciudadanas y ciudadanos, los dirigentes políticos deberían adiestrase en asertividad. Aunque, como dijera Cayo Ligurio, «ille ficus non caduturus» (¡no caerá esa breva!) y Aníbal, a las puertas de Roma, no la invadió porque en la higuera de Minerva quedaba un higo. Aquí y ahora, sí debería caer esa breva y que la asertividad campara a sus anchas para conseguir consensos y neutralizar la irritación social que hostiga sin tregua.
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