Cuando un paciente recoge un medicamento en la farmacia concluye un proceso que comenzó en la consulta médica, con el diálogo con el médico para ... solucionar un problema de salud. Una conversación que debería dejar claro, con palabras comprensibles para quien no domina el lenguaje técnico, el motivo del tratamiento, su importancia y la forma correcta de seguirlo. Para reforzar esa información y contribuir a la eficacia del tratamiento, los envases incluyen un documento explicativo fundamental: el prospecto. Este folleto ofrece una información detallada sobre las medicinas: su composición, para qué se utiliza, cómo debe tomarse, los posibles efectos secundarios, advertencias y precauciones. En definitiva, está diseñado para ayudar al paciente a usar el fármaco de forma segura y adecuada. Sin embargo, es habitual en el lenguaje coloquial escuchar una de esas expresiones tópicas, asumida sin más, como 'después de haber leído el prospecto, no me atrevo a tomarlo'. Este tipo de reacción refleja el impacto que puede causar la extensa lista de posibles efectos adversos y contraindicaciones, generando una desconfianza que, en ocasiones, lleva a desatender las recomendaciones médicas, con el consiguiente riesgo para la salud del paciente ante el manifiesto incumplimiento señalado.
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En los últimos tiempos, estos papeles doblados en los envases han cobrado relevancia y generado cierta controversia a raíz de una propuesta de la Agencia Europea del Medicamento al plantear (o al menos recomendar, aunque sin una clara directriz por el momento) sustituirlos por versiones electrónicas en un plazo de cinco años. La principal preocupación se centra en la conocida brecha digital, al considerar que muchos pacientes mayores, precisamente quienes más medicamentos consumen, no suelen estar familiarizados con el manejo de las tecnologías de la información. Eliminar el formato de papel podría privar a este numeroso colectivo del acceso a la información, lo que tendría efectos negativos sobre el correcto seguimiento de los tratamientos. Ante esta situación, parece razonable buscar un punto de equilibrio entre ambos formatos –papel y digital– para que nadie quede excluido. Aunque los prospectos tienen como fin garantizar un uso seguro y eficaz de los medicamentos, a menudo se les critica por ser demasiado largos o por usar un lenguaje técnico poco accesible, como señalan expertos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). De hecho, se estima que casi la mitad de los medicamentos recetados no se toman según las indicaciones apuntadas, por motivos que van desde el miedo a los efectos secundarios, hasta la complejidad del tratamiento o la simple falta de motivación. Por ello, es clave despejar dudas y reforzar los mensajes para que el paciente tenga siempre presente una idea clara y segura de cómo seguir su tratamiento. En los casos en los que, además, el proceso terapéutico es largo o complicado, esa información debe repetirse y resumirse con frecuencia. De lo contrario, no es raro que surja un rechazo a su toma, circunstancia que crea una nueva situación ya que contribuye, de forma indirecta, a llenar los populares botiquines domésticos con medicamentos no utilizados. Unos almacenes caseros que suponen no solo un desperdicio de recursos, sino también un riesgo por su caducidad o por uso accidental. En este sentido, conviene insistir en campañas informativas, y educativas, que fomenten la entrega de medicinas en desuso en las farmacias, y potenciar el conocimiento de estos puntos de recogida como parte de una estrategia de salud pública.
Eliminar el formato de papel podría privar a los mayores del acceso a la información
Es cierto que las críticas a los prospectos señalan que suelen contener demasiada información, a menudo compleja y difícil de entender y, a menudo, poco relevante para muchos pacientes. Una solución posible sería reformularlos con un lenguaje claro, sencillo, acompañado de gráficos e ilustraciones, adaptados a un nivel de comprensión lectora general. Con este enfoque, más didáctico, se facilitaría su lectura, y también serviría como herramienta de apoyo para mejorar una deseable alfabetización en salud de la población. En cualquier caso, un paciente bien informado podrá tomar decisiones seguras y efectivas, en esta época en la que la relación entre médico y enfermo se basa en el respeto a la autonomía individual, siempre que esté respaldada por una buena orientación para poder elegir con conocimiento de causa. Para profundizar en estas consideraciones de aspecto ético, y mejorar la adherencia a los tratamientos, se ha propuesto sustituir el concepto de 'cumplimiento terapéutico' –que implica una obligación de raíz paternalista– por el de 'concordancia', que implica un acuerdo fruto del diálogo. En este proceso, los prospectos tienen una función relevante como apoyo tangible que refuerza lo que el médico explicó verbalmente. Por eso, merece la pena explorar formas innovadoras de reseñas y folletos, buscando siempre que sean útiles, accesibles y beneficiosos para la salud.
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