Leonardo Padura (La Habana, 1955). EFE/ Aitor Martín
La Vereda del Capitán

La Habana es «otro mundo»

Nadie cuenta mejor que Leonardo Padura la fealdad de la pobreza en Cuba

Sábado, 15 de noviembre 2025, 07:27

Leonardo Padura mantiene «una relación novelesca con La Habana». Como dice en las notas preliminares de 'Ir a La Habana' (Tusquets, 2025), es «la ciudad ... en la que nací y vivo, escribo y padezco, el sitio del mundo al que pertenezco, como una bendición o una fatalidad inapelables: como el agua que en esta isla nos rodea». Una pertenencia habanera condicionada por los afectos, un proceso en movimiento «que, como un péndulo, ha pasado del descubrimiento a la asimilación, del deslumbramiento al rechazo, del amor a momentos de aversión, de la complicidad de la cercanía a ese estado de extrañamiento cuando se produce el choque entre lo deseado o recordado y lo realmente encontrado, esa sensación que me gusta llamar 'ajenitud'. Pero siempre con la certeza de la posesión».

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A Padura lo que le permite crear unos personajes que se muevan en ese mundo novelesco es el dominio del territorio en que actúan. Y muchos, de hecho, se mueven por La Habana que le pertenece, como la bolerista Violeta del Río en 'La neblina del ayer' (2005) y el poeta José María Heredia en 'La novela de mi vida ' (2001), donde el olor invencible de La Habana le recuerda que «hay cosas tan verdaderas que ni el poder de los dictadores logra cambiar».

El proceso de «ajenitud» es esa especie de extrañamiento que le descoloca en la percepción de lo propio. Observa que el empobrecimiento de la ciudad es más visible con la aparición de «pequeños, modestos, bolsones de riqueza». En esta Habana asocia el desbarajuste social a la «pérdida de valores tradicionales provocado por las estrategias de supervivencia».

En concreto, anota que «las leyes de la convivencia se resquebrajan con los largos años de penurias y se acelera el proceso de degradación de la ciudad, un tránsito doloroso que contribuye a alejarla de sí misma, a hacerla más agreste y caótica, al final más ajena». Una lucha sin cuartel para resolver los desafíos de la vida cotidiana que, advierte, resulta agotadora y devora esperanzas.

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El aspecto físico de la gente también está afectado por sus estados de desesperación, nos advierte: «La pobreza es fea». Y los comportamientos sociales mutan hasta lo agresivo y mezquino. Su personaje Conde, un «alien en su propia tierra», se convence en 'La transparencia del tiempo' (2018) de que en Cuba la lógica no tiene leyes. Por eso en las estrategias de supervivencia de esta gente («almas en pena») la filosofía, el psicoanálisis y el cambio climático no parecen formar parte de su concepción del mundo. Décadas de churre, carencias y perspectivas extraviadas... «Hasta dónde han ido a parar las utopías».

Definitivamente, La Habana es «otro mundo». Y nadie la cuenta como Padura.

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