La perspectiva
Mirando a nuestro alrededor tenemos ejemplos de lo que ha de hacerse, porque funcionó, y de lo que no ha de hacerse, porque a nadie benefició
Hablábamos, recordará usted, amable lector, de la importancia de la tradición y del mantenimiento de la herencia. Reflexionábamos sobre el respeto por los valores transmitidos ... de generación en generación, adornados con la pátina que tan solo da el paso del tiempo. Conveníamos que, para su afinación, hay que estar con los pies en el suelo, de manera que en el proceso de búsqueda de soluciones a los nuevos problemas se asegure y afiance la estabilidad antes de hacer cualquier movimiento. Eso hace posible avanzar desde el acuerdo y el compromiso, reformando el sistema para adaptarlo a los nuevos retos manteniendo su esencia y enlazando la tradición con su continuidad natural. Esto, y solo esto, es lo que ha hecho a los pueblos progresar, aunque parezca un contrasentido, usando el pasado como trampolín para el futuro.
A lo largo del tiempo que nos precedió se ha ido verificando un proceso de síntesis del comportamiento humano. Nuestros hábitos, nuestra conducta, los usos que han sido propios de cada momento, han tenido un impacto en la convivencia en el edificio social. Tras la valoración de los resultados, a la luz de los parámetros de cada etapa –y nunca desde la atalaya de la pretendida superioridad moral de la mirada que se vuelve al pasado para examinarlo con valores carentes de contexto–, la solución ha sido decantada adoptando diversas fórmulas, aunque todas remitan al mismo sustrato. Desde los diez mandamientos hasta las cuatro virtudes cardinales, lo que ha quedado recogido es el código de conducta individual que facilita la vida en sociedad para su mejor desarrollo. 'Hoc est simplicissimus'. El incalculable valor de la estabilidad se aprecia en toda su alzada cuando las bases de nuestra convivencia se tambalean. Y eso es justo lo que hay que evitar: el terremoto, la inundación, el huracán, la catástrofe que en la historia tantas veces se ha vivido cuando no hemos sido capaces de conservar lo heredado. No es menester ser un genio para darse cuenta.
Por eso, es preceptivo educar en el respeto a esos valores o, en su defecto, atenerse a las aterradoras consecuencias de no hacerlo. Ya sabe usted, en la escuela se da la instrucción, y en casa la educación. Si nos olvidamos de asegurar las bases del crecimiento, el edificio termina colapsando. Cuando una generación entera crece en la falta de referencias sobre la proporción de las cosas y la profundidad del espacio, carente de perspectiva, se desencadena –así lo pone de manifiesto la historia– el irracional apetito por destruir lo que hay y construir un mundo nuevo libre de vicios y servidumbres. Esto, como usted ya sabe, es un disparate, a veces comprensible, como anhelo en los espíritus más idealistas, pero siempre desastroso. Y es que la obra ya está muy avanzada como para empezar de nuevo. No somos responsables de los errores del pasado, pero sí de no volverlos a cometer.
Hay muchos que se han enredado en disputas y diferencias, obsesionados con lo que les separaba
Sirva esto de exordio –un poco largo, sí– para afirmar que esta España heredada de la que disfrutamos y que tanto queremos nos exige un compromiso permanente. No cabe duda de que el desafío es de enorme envergadura, pero para eso estamos, para asumir retos históricos que nos den la oportunidad de seguir avanzando con éxito. Para eso hay que conjurarse cada día y superar las diferencias, buscando el compromiso y el pacto. Conviene alejarse de imposturas y actuar movidos por un genuino espíritu cívico y no por el bastardo de la bandería, de cajón también, aunque desafortunadamente constatemos cada día el dramático aumento del nivel de enfrentamiento entre unos, otros y los de más allá.
En fin, mirando a nuestro alrededor tenemos ejemplos de lo que ha de hacerse, porque funcionó, y de lo que no ha de hacerse, porque a nadie benefició. Países que en los últimos 30 años, tras la caída del muro, han disparado su crecimiento, su renta per cápita, su nivel de bienestar, saliendo de una crisis económica, social y existencial de profundidad cavernosa, remando todos en la misma dirección, aceptando el legítimo juego político en el que la oposición y el gobierno se baten por mejorar la vida de sus ciudadanos, que para eso se inventó la democracia, alejándose de precipicios destructivos. Frente a esos, a los que han conseguido ser ejemplo para todos, hay otros muchos que se han enredado en disputas y diferencias, perdiendo la perspectiva, obsesionados con lo que les separaba, que han acabado dando un espectáculo patético malgastando las oportunidades que han tenido.
Estamos en una tesitura complicada, siempre la historia ha puesto a los pueblos frente a situaciones límite. Nosotros tenemos nuestro pasado y una trayectoria única, una plataforma desde la que impulsarnos hacia adelante y hacia arriba. Nos toca dar ejemplo, ser generosos y honrados. A cada uno le toca una parte y a usted la suya. Ahí es nada.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión