Campeones
Tenemos talento e ilusión, ambición, sí. Pero no se hagan líos, de eso hay en todos sitios. Lo que hace la diferencia es el trabajo y la voluntad de vencer
Hace unos días iba yo por la orilla del río –este de aquí tiene casi un kilómetro de ancho– cuando vi pasar un camión de ... Primafrio. Murcia estaba dentro de ese camión, a miles de kilómetros de allí, poniendo de manifiesto los vínculos que unen tan distintos rincones de la Unión y, además, su interdependencia y complementariedad. Esta ciudad hanseática fundada hace más de 800 años que entre otros avatares históricos vivió del comercio durante siglos, está familiarizada con el mundo porque por su puerto han pasado marineros y mercancías de los lugares más remotos. En el Báltico, como en el Mediterráneo, el comercio ha sido nervio civilizador de pueblos que han sido integrados casi sin darse cuenta en un marco superior, que ha progresado gracias a la competencia y al intercambio.
Desde muy cerca, Reval, fue Sittow a España para pintar en la corte de la Reina Isabel a finales del s. XV (casi nada), y le llamaron el alemán, cruzando el Báltico hasta el Mar del Norte, y desde ahí hasta nuestro Cantábrico. Las maderas que él, y los demás pintores, usaban antes del lienzo para sus obras venían de aquí, robles que por sus características eran los mejores para la pintura. Los barcos se hacían en astilleros del Adriático. Las especias venían del gran Oriente. En ese contexto, aún preindustrial, la competencia llevó a la humanidad a organizar su sistema de producción, a buscar su nicho de ventaja comparativa, a adaptarse a un mercado cambiante en el que las mercancías de las cuatro esquinas del mapa irrumpían en el mercado local. Los mejores se fueron imponiendo, haciendo las cosas del modo más eficiente, y así consiguiendo que el mundo fuera un lugar mejor. Sólo los mejores son capaces de mejorar las cosas, mientras que los peores las empeoran, ténganlo claro.
Hoy la realidad geopolítica ha evolucionado, nos siguen uniendo los mares, pero también lo hacen las carreteras –ahí estaba nuestro camión– y las rutas aéreas. Ya no hay diferencia entre dentro y fuera, todo lo que pasa más allá de las paredes de tu casa está íntimamente vinculado con lo que hay dentro y da igual que haya sucedido en Corea del Sur, en Namibia o en el barrio del Carmen. Hay que asumir que jugamos ya en un tablero global, sin más. Lo local, lo nacional y lo internacional han quedado integrados en una categoría superior, igual que en su momento el Báltico, el Mediterráneo o el Pacífico dieron naturaleza unitaria a los territorios que les rodeaban.
Hay que asumir que jugamos ya en un tablero global. Lo local, nacional e internacional han quedado integrados
En ese contexto, celebro la estrategia de internacionalización de la Región de Murcia, un ejercicio de ordenación de prioridades, objetivos, recursos e intereses para salir a competir en la escena global. Tenemos talento, capacidad, ilusión, ambición, sí. Pero no se hagan líos, de eso hay en todos sitios. Lo que hace la diferencia es el trabajo y la voluntad de vencer. No desfallecer, echar horas, descansar poco, tirar del carro, seguir adelante. Los demás se cansarán antes si perseveramos lo suficiente. Como con el gran Luis Aragonés, aquí lo que importa es ganar y ganar y ganar y volver a ganar, y para eso hay que correr más y más tiempo. Campeones.
Y como en todo lo que hacen las instituciones, la Administración puede acertar más o menos con el diseño de la estrategia, que seguro es mejorable, pero son los murcianos –uno a uno– los que la van a llevar a ser un éxito o un fracaso. Salir a pelear cada día y aprender de estos cuatro años de aplicación que hay por delante para mejorar en los siguientes, y así hacia delante. Este debe ser el objetivo. Por ahí fuera se lo están tomando muy en serio, créanme, y si nos descolgamos vamos a pasarlo muy mal subiendo el Angliru en solitario.
En este mundo, y desde hace siglos, lo que parece concluirse es que se ha buscado la sincronía, aún sin saberlo. Estar en el mercado coreano exige sincronizar con su idiosincrasia, con su mercado, con sus gustos y necesidades; y ellos lo hacen con otro país; y ese otro con un cuarto. Al hacerlo sucesivamente –lento, sí, pero seguro–, el mundo va estandarizando ciertas cosas (a pesar de que luego entre Beniel y Beniaján haya tan pocos kilómetros y tantas diferencias) y alcanzamos un tablero de juego único. La estrategia de internacionalización, así, no deja de ser un proceso de ajuste de nuestro modo de vida, sin perder la identidad sino al contrario, utilizándola como elemento diferenciador, para tener alguna oportunidad en la gran plaza del mercado mundial. Y esta es una de esas cosas que tiene que lanzar el Gobierno, es natural, pero le corresponde a usted ponerla en marcha, hacer el esfuerzo de tomar conciencia de que hay que dar la pelea. Campeones.
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