Pedro Lorente Turón nació en Librilla el 1 de enero de 1842, hijo de Rafael Lorente López, natural de Librilla, y de María Rosario Turón ... Pérez, de la ciudad de Murcia. Falleció de una bronquitis aguda en 1894. Ingresó en la Academia de Guadalajara, procedente de la clase de paisano, el 1 de enero de 1861; terminados sus estudios con aprovechamiento, fue promovido a teniente en septiembre de 1865, siendo destinado al segundo regimiento, de guarnición en Madrid, donde permaneció el resto del año siguiendo el curso de grandes prácticas. Poco tiempo después, los lamentables sucesos del 22 de junio de 1866 con la sublevación del cuartel de San Gil fueron ocasión propicia para que el teniente Lorente demostrara su valor y arrojo al desalojar con su compañía a los sublevados, en la Plaza Mayor y calles próximas que se defendían tenazmente. Obtuvo el grado de capitán por gracia general.
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Los continuos destrozos que las partidas carlistas ocasionaban en las estaciones de las vías férreas obligaron a poner en estado de defensa las de Olesa y Monistrol, operación ejecutada con feliz resultado por el capitán Lorente, que además se ocupó en la recomposición de la línea telegráfica.
En la acción de Gironella, 4 enero 1873, y en la sorpresa de Coll-Tiñós, en que tomó parte activa, demostró de nuevo sus dotes de mando, y por estos hechos de armas obtuvo el empleo de comandante del ejército.
La acción de Torres de Oristá, dirigida por el coronel Álvarez contra las facciones mandadas por Saballs y D. Alfonso, fue un nuevo timbre de gloria para Lorente, que, sereno en medio del desorden que produjo la caballería carlista, impetuosamente lanzada contra las tropas liberales, formó su compañía, rechazó repetidas veces al batallón de zuavos y dio tiempo a que llegaran refuerzos mandados por el capitán general Martínez Campos, que públicamente elogió con frase muy lisonjera el comportamiento de la compañía. El historiador contemporáneo Pirala en Historia de España dijo que solo se batió bien la compañía de Ingenieros, peleando contra fuerzas diez veces superiores y perdiendo la cuarta parte de su gente.
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Los relevantes méritos del capitán Lorente fueron premiados con el grado de teniente coronel. Asistió a la acción de Alpens, puso en estado de defensa a Vich. Reorganizadas las tropas de Ingenieros, pasó a ser su compañía la quinta de zapadores del segundo batallón del tercer regimiento, y con ella prestó importantes servicios, ya estableciendo comunicaciones telegráficas y reparando los destrozos que la facción causaba, ya batiéndose en Torrella contra los carlistas, ya, por último, contribuyendo a sofocar la sublevación de la brigada Esteban.
De Cataluña pasó al norte, haciéndose cargo de la Comandancia de San Sebastián; fortificó a Guetaria, Jaizquibel y Urcabe, asistiendo a la defensa de la primera población, por cuyos trabajos se le concedió el grado de coronel del ejército.
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Concluida la guerra, y después de ocuparse en diferentes obras de fortificación como San Marcos en 1878, Choritoquieta, entre otras, fue destinado como jefe del segundo regimiento situado en Cartagena. También acudió con su batallón a remediar los daños causados por la inundación de Murcia en la riada de Santa Teresa en la noche del 14 al 15 de octubre de 1879, y recibió las gracias de Real Orden por su proceder en aquellas circunstancias.
Ascendido a teniente coronel, y tras breve estancia en el segundo regimiento de reserva, volvió al segundo activo, de donde pasó al cuarto militar de S. M., destino que desempeñó hasta que fue nombrado para el mando del segundo regimiento de zapadores que ejerció hasta su muerte.
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«En nombre de Mi Augusto Hijo el Rey Don Alfonso XIII, y como Reina Regente del Reino, Vengo en disponer que el coronel de Ingenieros, Don Pedro Lorente y Turón, cese en el cargo de ayudante de órdenes en Mi Cuarto Militar, por haber cumplido el tiempo que está prefijado; quedando satisfecha del celo, inteligencia y lealtad con que lo ha desempeñado. Dado en Palacio a dos de diciembre de mil ochocientos noventa y uno. María Cristina».
El ministro de Guerra, Marcelo de Azcárraga, dijo de él que era todo un caballero, no solo en el concepto técnico, sino de corazón, dispuesto siempre a ayudar a cuanto se dirigiese al prestigio y fomento del cuerpo.
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