Como tantos opinadores de la realidad actual, quiero aportar mi versión sobre uno de los problemas que hoy preocupan, es más, agobian, a los murcianos. ... Me refiero al calamitoso estado del Mar Menor. Por supuesto, no voy a ser yo quien descubra la solución de la laguna salada, pero sí pretendo aportar alguna sugerencia para que se evite que ese accidente geográfico tan singular y tan bello de nuestra tierra pase pronto a ser un nuevo Mar Muerto, pero en el Mediterráneo occidental. Coincido con el gran Churchill cuando comentaba que las actitudes son más importantes que las aptitudes.
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El empacho de noticias sobre la reciente historia de ese mar interior permite a estas alturas a cualquier ciudadano conocer la trascendencia de la situación y su difícil arreglo. Debe reconocerse la buena voluntad con la que técnicos en la materia y observadores en general abordan tal situación, pero igualmente resulta bochornoso que la ideología política de cada uno, incluso a veces de los propios científicos, arrime la brasa a su sardina. Una tragedia de esa magnitud reclama opiniones objetivas, no determinadas por posicionamientos políticos.
Resulta ya un lugar común afirmar que el problema es de Estado y no regional, lo que demanda una perspectiva también de Estado para paliarlo o reducirlo. El tiempo apremia, el cambio climático ataca con ferocidad y las generaciones futuras, ya nuestros nietos, podrían quedarse sin la posibilidad de contemplar y disfrutar de esas joyas paisajísticas y ambientales que son el Mar Menor y la estrecha franja de tierra que lo enmarca.
Sugiero que, aparcando las diferencias, se pacte la contratación de especialistas de verdad, incluso de fuera de España
Incuestionablemente, todos sabemos las causas del desastre, principalmente el ya referido cambio climático, el urbanismo descontrolado de las pretéritas décadas y la aportación al mar de los residuos de los municipios costeros y de los nitratos y otras sustancias procedentes de la agricultura intensiva de la zona, sin olvidar la vergonzosa explotación del subsuelo. No puede justificarse todo en el argumento de que las grandes empresas agrícolas crean mucho trabajo, pues hasta por delante de la ocupación laboral de los ciudadanos está el derecho a la vida, y a una vida saludable. Imagínense esa parte de la Región de Murcia sin el Mar Menor o con este convertido en una cloaca. Pero ya se aproxima a eso. Hay que actuar con rapidez y eso comporta que técnicos y políticos se olviden de sus trabas ideológicas y se unan para salvar el Mar Menor. No puede alargarse más la deriva actual, esto es, los otros son los responsables. Si coincidieran los partidos políticos que gobiernan en el Estado y en la Región, otro gallo cantaría, pero al no ser del mismo tenor las excusas mutuas están servidas, son los de Madrid o son los de Murcia los responsables del fiasco. Así no se llega a ninguna parte; o sí, a la definitiva extinción de la laguna.
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Y es que todos son culpables, por acción y por omisión, de ahí que esa contradicción les haga permanecer tranquilos, cuando no ajenos a la problemática. Ese tiempo ha pasado, siendo necesario salvar al enfermo como sea. Recuerdo una película, de la que hoy ignoro el nombre, en la que se plasmaba una realidad parecida, la de un menor que estaba muy enfermo y el retraso en ponerse de acuerdo los especialistas para salvarle la vida determinó que, cuando coincidieron en la forma de curarlo, llegasen tarde. Lógicamente, la familia del niño se lamentaba de que una cuestión de urgencia no se hubiese abordado con urgencia, pues la ayuda médica finalmente recibida fue ya inútil.
En este estado de la cuestión, yo sugiero que, aparcando las diferencias y las acusaciones recíprocas, se pacte algo que entiendo posible, cual es la contratación de especialistas de verdad, incluso de fuera de España, que sean capaces de estudiar el problema y lanzar unas pautas para su solución, que creo que aún la hay, por supuesto razonada y objetivamente. Mientras cada Administración (Gobierno central, Comunidad y ayuntamientos) encarguen esos dictámenes pasará como en los pleitos, los peritos informarán con complacencia para quienes les dan trabajo, así es la vida.
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El oportuno acuerdo entre todos pasaría por una primera estipulación, la aceptación total y por todos ellos de lo resuelto por ese hipotético grupo de técnicos. Valga lo que valga hay que hacerlo, pues el dinero está para las ocasiones. En la solución de las catástrofes hay que darse prisa, aunque después se discuta sobre la cuota de cada cual en la asunción del gasto para solucionarlas. Pienso que el rédito electoral sería enorme para todos los grupos políticos y el prestigio de las autoridades y la confianza en ellas se incrementaría también enormemente.
Aspiro, en suma, a que esos nietos de los que hablaba no tengan que comentar en su día que respecto del Mar Menor todos llegaron tarde.
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