El largo año electoral

ASÍ ME PARECE ·

El PSOE sabe que puede perder. No se deja engatusar por las encuestas del CIS. Es consciente de que la 'cocina' de Tezanos merecería varias estrellas Michelin

Antes de que comenzara 2023, los partidos políticos ya sabían a qué atenerse: el 28 de mayo elecciones autonómicas y locales, que podrían convertirse en ... un preludio de lo que ocurrirá en las generales de diciembre. Los estados mayores de los partidos hace meses que definieron sus estrategias, y trataron de identificar los problemas que les aquejan.

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El PSOE sabe que puede perder. No se llama a engaño. No se deja engatusar por las encuestas del CIS. Es consciente de que la 'cocina' de Tezanos merecería varias estrellas Michelin. Y que el hombre, como buen socialista, lo único que pretende es infundir ánimos con unos pronósticos que ni él mismo se cree. Dicen los socialistas que «salen a ganar». Los ministros del Gobierno y los dirigentes del partido se han lanzado a la calle en tromba, para intentar convencer a la sociedad de lo que piensan que la sociedad todavía no sabe. Insistirán en los aciertos del Gobierno de Pedro Sánchez: los ERTE, la reforma laboral, los fondos europeos para afrontar la crisis, la solidaridad con Ucrania. Dirán que este Gobierno no ha dejado a nadie atrás. Y es muy posible que los dirigentes del PSOE, en este largo año electoral, insistan en las críticas al PP, por su radicalización, por el ejercicio irresponsable de una oposición parlamentaria inútil y tóxica, y por su descarada e interesada obstrucción a la renovación del CGPJ. Pero imagino que el PSOE habrá aprendido la lección de Andalucía: cuanto más miedo pretenda infundir en la sociedad sobre la eventual llegada de Vox al Gobierno de la mano del PP, mayor número de personas se inclinará por votar directamente al PP.

Sin embargo, Pedro Sánchez y su equipo saben perfectamente que sufrirán durante todas las campañas electorales el espectro de sus graves errores. No ignoran las causas por las que su electorado no se movilizó ni en las autonómicas de Madrid, ni en las de Castilla y León, ni en las de Andalucía. Han sido tres avisos muy claros. El pacto de gobierno con Podemos ha enfadado y desmovilizado a muchos votantes del PSOE. Cada vez que Echenique, Belarra o Irene Montero hablan, el PSOE pierde votos. Tampoco han gustado a muchos socialistas los tratos de Sánchez con Bildu o con los separatistas catalanes. Será muy alto el coste electoral que el PSOE tendrá que pagar por los indultos o por la reforma del Código Penal a gusto de los separatistas. Le pueden llevar a una derrota estruendosa. Será muy difícil movilizar al electorado socialista. ¿Cómo hacer olvidar lo de los indultos, o lo de la sedición, o lo de la malversación? Por eso, algunos barones socialistas tratan de desmarcarse de Pedro Sánchez. Y, en la medida en que lo logran, como ocurre con García-Page en Castilla-La Mancha, sus perspectivas electorales mejoran.

El PP se ha ganado la enemistad irreversible de los separatistas vascos y catalanes

El PSOE, en fin, tiene un problema a su izquierda. Yolanda Díaz quiere sumar, y aprovecharse personalmente de los resultados de una suma en la que ella no aporta ningún sumando. La falta de unidad real puede llevarle al fracaso, como ocurrió en Andalucía.

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Por su parte, el PP es consciente de que puede ganar. Superará el suelo de los 89 escaños en que lo dejó Pablo Casado. Y en las municipales y autonómicas se obtendrán buenos resultados, que le permitirán a Génova 13 presumir de haber ganado las 'primarias'. Sin embargo, también el PP tiene sus problemas. Quizás el más importante, y del que menos se habla, es su falta de apoyo electoral en Cataluña, País Vasco, y ahora, en Navarra. ¿Se puede gobernar España sin haber obtenido un resultado electoral discreto o mínimo en esas tres regiones? Y lo más grave es que, durante esta última legislatura, el PP se ha ganado la enemistad irreversible de los separatistas vascos y catalanes. Con el sistema electoral actual, los partidos nacionalistas de estas regiones suelen obtener una nutrida representación parlamentaria, con la que el PP no podrá contar, ni para una investidura, ni para ningún otro pacto parlamentario. Aznar llegó a decir, cuando necesitaba los votos de los nacionalistas catalanes, que él «hablaba catalán en la intimidad». Feijóo lo va a tener bastante más difícil. Por el contrario, parece que el bloqueo a la renovación del CGPJ no le supondrá al PP ningún coste electoral. Los votantes del PP no se desaniman por este comportamiento. Y, por otra parte, el PP tiene otro problema: no se puede soplar y sorber al mismo tiempo. No se puede hacer guiños a la moderación, y, al mismo tiempo, radicalizar sus posiciones en temas importantes. Al PP le vendría muy bien que no existiera Vox. Pero, como existe, por lo pronto, debería intentar no faltarles al respeto, no enfadarlos, porque el día de mañana podría necesitarlos.

Y, en fin, a los ciudadanos de a pie nos corresponde esperar tranquilos. Las campañas electorales son las grandes fiestas de la democracia. Y, además, ha sido tanta la crispación política de los años anteriores, que necesariamente tendremos que mejorar.

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