¿Estamos seguros, jefe?

Lo que pasó (por si nos faltaban sustos añadidos que tengan que ver con la atmósfera) fue que una repentina subida de la marea hizo que el agua llegara hasta las calles del núcleo urbano. Verlo para creerlo. Menos mal que la gente estaba durmiendo. Salvo aquellos que no pudieran conciliar el sueño, debido al calor.

Este fenómeno, según los entendidos, es como un tsunami...

–¡No joda!

Bueno, verá. Un tsunami, pero por arriba. Mientras que el más conocido lo provoca un terremoto en el mar (vulgo maremoto), este otro viene de la atmósfera. Por eso lo llaman 'meteotsunami'. Se trata de un fenómeno ocasionado por las perturbaciones que produce el encuentro del aire cálido procedente de África, con los vientos frescos del Mediterráneo. Agárreme usted esa mosca por el rabo.

–No, si esto empieza ahora.

Lo sucedido es inquietante, pues te hace pensar en la subida del nivel del mar, como consecuencia del deshielo de los casquetes solares, según los llaman. Esto no es igual, sino otra variante de las peplas que cada vez serán más frecuentes, si no se pone freno al cambio climático. Al mismo tiempo que en Santa Pola (donde algunos barcos allí atracados quedaron a la deriva), algo así pasó en San Javier. Pero sin llegar a cambios bruscos en el nivel del mar, en este caso el Menor, que por cierto no está para bromas.

Se nos dice también que esta clase de fenómeno es frecuente en la Ciudadela de la isla de Menorca. Imagino que para desdramatizar esta anomalía (evitando nombrar la soga en casa del ahorcado, o sea la palabra tsunami) allí llaman a esto 'rissaga'. Pero, vaya, lo llames como lo llames, lo cierto es que una marea súbita acojona. Como ocurre con tantas otras judiadas que nos viene haciendo el clima de la postmodernidad.