Convertido en persona, me imagino al Mar Menor con sus pantalones bombachos color arena y su sahariana de cuatro bolsillos pintada de azul marino. Cabellera ... de finas algas y un caballito de mar luciendo justo encima de donde late el corazón. Porque eso es lo que se pretende. Hacer de él un hombrecico para que, a todos los efectos, se le reconozcan unos derechos que ahora, no es que se le nieguen abiertamente, pero la verdad es que no terminan de cumplirse.
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Después de tantas intentonas, muchas de ellas fallidas, para que vuelva a ser lo que era, quieren otorgarle lo que llaman 'personalidad jurídica'. Eso significa que «se le reconoce capacidad bastante para contraer obligaciones y realizar actividades que generan plena responsabilidad jurídica, frente a sí mismo y frente a terceros».
–Muy bien, ¿no?
Pues me imagino que sí. De lo contrario no exigirían 500.000 firmas, de manera que el Congreso tome nota de ese clamor popular y se haga la pertinente propuesta, de la que resultará un documento acreditativo aprobado en Cortes. Quiero suponer que, en teniendo personalidad jurídica, el maltratado mar adquiere derechos que, si no se materializan, habrá algo más que palabras. No como sucede ahora, que muchas son las promesas, pero insuficientes las realidades.
Requiero por tanto al lector para que, si una señorita lo para por la calle y le pide que eche una rúbrica, acompañada del número de DNI, espere a que le diga que se trata del Mar Menor, antes de responderle: «Perdona, pero es que tengo prisa». Anteayer faltaban todavía 350.000 firmas. Y sería una pena que el pequeño mar no pudiera calzarse los bombachos y todo lo que comentaba al principio de la zarabanda.
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–Habla usted como los de la tele de Moncloa, cuyos locutores, para demostrar que, además de leer, son capaces de improvisar, se tiran en paracaídas y, entre una noticia y otra, largan así: «Como decíamos al principio del telediario...».
Ya lo creo. Ese es su alarde. Pero eso es solo bacalao. Lo que cuenta son las 350.000 firmas que faltan para hacer del Mar Menor un señorito.
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