Estas cosas pasan

Los menores están dando ejemplo de disciplina a la hora de precaverse de la enfermedad. Pero esto no es algo gratuito. En muchos casos, también ellos soportan trastornos de la conducta que tienen que ver con la pandemia. Es verdad que parece que poseyeran una mayor capacidad de disciplina que muchos adultos. Los ves tan naturales y empáticos (palabra que se hizo viral ¡je! con Zapatero), supones que los críos, solo por serlo, lo llevan bien. Pero si rascas un poco te enteras de que la procesión va por dentro.

Me han contado lo que acaba de ocurrirle a cierta niña de unos seis años, despierta, decidora, alegre y afectuosa. Su padre, tras infectarse, se confinó en una habitación de la casa y se le asignó el otro cuarto de baño para él solo. La pequeña hablaba con él a través de la puerta cerrada. Incluso se comunicaba a veces llamándole por el móvil. Todo iba bien. O eso parecía. Pensaron que la cría se había tomado lo del padre como algo divertido.

De la noche a la mañana, a la chiquilla empezó a cambiarle el carácter. Se comunicaba como siempre con el padre. Pero se le notaba cada vez más triste. «¿Qué tendrá mi princesa?», se preguntaban el matrimonio, como hiciera Rubén Darío. «Ha perdido la risa, ha perdido el color». Después de mucho porfiar en vano, la madre consiguió que la niña se explicara, entre pucheros y lágrimas: «¡Es que tengo muchas ganas de abrazar y besar a mi papá!».

Certifico que esta historia (aun cuando pueda parecer cursilona e inventada a los espíritus estrictos) es del todo verdadera. Solo que no sale en el telediario.