Desde tiempo inmemorial (fijarse que digo inmemorial), incluso cuando estuvimos manejados por ilustres o desilustrados caciques, a los murcianos nos apeteció de siempre hacer aquello ... que nos salía del pijo. No creo que fuera cualidad o vicio de nacimiento, sino que el estatus educativo (al ser mayoritariamente del terruño) nos llevó por ese camino. Es en el tráfico, principalmente el rodado, donde más se nota esta faceta explosiva de nuestra personalidad, tipo Antonete Gálvez o murciano de dinamita, que dijo Miguel Hernández, supongo que con ánimo de elogiarnos.
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Tendría por injusticia que una concreta anomalía que se da cuando nos trasladamos en coche, se sancionara, no ya con la justificada bronca del agente, sino teniendo que rascarse el bolsillo. Opino que debería ocurrir con esto que voy a contar lo mismo que con la multa por incumplimiento de las normas pandémicas. No sé de nadie que haya acabado pagándola. Yo deseo hablar de pararse delante de Espinosa, en el barrio del Carmen, mientras esperas a que tu mujer o equivalente compre los pasteles de carne, que son gala y gula de nuestra murcianía.
A mí no me han multado jamás por pararme allí (y sépase que me paro siempre que puedo).
–¿Y? –preguntan lacónicamente hablando.
Pues que lo veo bien. Hasta diría que ajustado a Derecho, entendiendo por tal la jurisprudencia que se deriva de la consideración que debemos otorgar a nuestros particulares usos y costumbres. Detenerse donde Espinosa, con tus luces de delante y detrás en intermitencia (incluso subidas las dos ruedas derechas en la acera), lo tengo por costumbre murcianísima que no debería desaparecer. Y pido, por lo tanto, a Huermur que, si fuese necesario, procure que la autoridad eleve a la categoría de 'bien cultural' esta bonita estampa carmelitana.
Molestar solo una pizca a los conductores que, viniendo por el carril interior, se arriman a los dominios del Conde, es furufalla comparado con nuestro feo vicio de no poner casi nunca los intermitentes. Espero, pues, que el Ayuntamiento (sea cual fuere su cariz) entienda que entretenerse lo justo delante de Espinosa no hace daño a nadie, siendo beneficio para muchos. (Sin olvidarse de la pobre señora que pide limosna en la puerta).
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