Mocos en el mar

La Zarabanda ·

Nunca se viera nada más repulsivo, suplantando el azul marino de las aguas limpias

Es verdad que el cambio climático viene dando sobradas muestras de su existencia. Y que sobre este particular corre la tinta en los periódicos, y ... se gasta saliva en la radio y la tele. No hay día que no tengamos una noticia desagradable o una llamada de atención. Y uno tiene la sospecha de que el trastorno del clima va más deprisa que los remedios. De seguir así las cosas, lo más probable es que nos pille el toro.

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Resultan insoportables las imágenes que casi a diario nos llegan, mostrándonos lo que se llama basura marina. Todo tipo de desperdicios, algunos indestructibles, tal que los materiales plásticos, contaminan océanos antes limpios y transparentes. Pero todavía es más impactante lo que está sucediendo en el Mar de Mármara (ojo al dato, antes llamado Mar Menor), en la no demasiado lejana Turquía. No sé de la noche a la mañana o poco a poco, lo cierto es que la superficie ha sido ocupada por una especie de moco gigante, en verdad asqueroso.

Lo que hemos podido ver es una estampa apocalíptica, por lo que tiene de desconocida hasta ahora. Lo peor de todo (aparte de su composición) es el aspecto. Te tira para atrás. Si tuviéramos que aludir a un retrato de lo más feo y repulsivo que haya visto uno en su vida, el moco de Mármara ocuparía el primerísimo lugar. No es fácil de entender cómo puede existir algo tan horrible. Puestos a imaginar locuras pensemos (como lo más parecido a esa gelatina infecta que da lugar a un algodonoso pavimento ondulante) en las aguas fecales de los retretes del Infierno. Si es que hubiere retretes en el Infierno y si es que los demonios no se lo hicieran encima de su clientela.

Me responderán quizás que esto que todo esto es mucho decir. Invito al lector (y no me gustaría tener que hacerlo) a que recupere en la pantalla del televisor ese pedazo tan monstruoso de paisaje. Pero no lo haga con el estómago lleno, si no quiere tener que vomitar cuanto lleve en el estómago. Y sepa (como lección que debemos aprender) que algo semejante pudiera ocurrir en nuestro maltratado Mar Menor.

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