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Hay miedo a la DANA

LA ZARABANDA ·

Es un sentimiento que se ha instalado en la mente de quienes han sufrido esa perturbación canalla

Domingo, 28 de febrero 2021, 09:27

El jueves pasado, la televisión nos trajo las imágenes recordatorias de aquella DANA que se ensañó con Los Alcázares. Esa zona de nuestro litoral sigue ... pidiendo a gritos que se impida, mediante las obras necesarias, que el desastre se convierta en crónico. Las imágenes que digo me hicieron pensar si no serían de ahora, pues había escuchado yo, creo que la noche anterior, a una meteoróloga comentando que circulaba una DANA entre Canarias y el Estrecho de Gibraltar.

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Parece que ese peligro, por lo que sea, se ha disipado. Pero todo lo dicho justifica que le dediquemos unas líneas al tema. Tal como se está moviendo el cambio climático, lo más probable será que, más bien pronto que tarde, tengamos por aquí una o más DANAS que nos pillen, en el mejor de los casos, con el trabajo a medio hacer.

–¿Qué trabajos son esos?

Pues, hombre, los que se hace imprescindible que vaya ejecutando Moncloa. Porque, si bien ahora no existe sobre el papel la 'zona catastrófica', eso no impide que se produzcan las catástrofes. Lo que pasa es que, como sucede casi siempre, la Administración va más despacio que los efectos del cambio climático. Lo cual da lugar a que, cuando se sospecha una DANA, a los de por aquí se nos pongan los pelos de punta.

La DANA es lo mismo que la 'gota fría'. Se produce por la entrada de una masa de aire desprendida de una corriente muy fría, y que, al descender sobre el aire caliente (no forzosamente el del verano), provoca grandes perturbaciones atmosféricas. No siempre, pero sí en muchas ocasiones. La DANA es bastante voluble, como la 'donna' de la ópera. Cuando decide comportarse de ese modo tan frívolo, suele ir a su aire y no siempre se somete a las predicciones.

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Dicho más sencillamente: Una masa de aire frío en las alturas, que choca con el aire caliente de por abajo. Y para qué más explicaciones. El problema es que no podemos conjurarlas. Lo único que cabe hacer es tener definitivamente preparadas nuestras ramblas, calles y viviendas, de modo que sus efectos no nos lleven al rechinar de dientes.

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