¡Manos arriba!

LA ZARABANDA ·

Iremos a Wuhan: pistola en mano y tocados con sombrero tejano

El daño ya está hecho. Más de tres millones de personas, que se dice muy pronto, han muerto por la Covid. Y luego están las ... secuelas de la enfermedad, que están apareciendo ahora y son tremendas en algunos casos. Pero eso no ha de impedirnos conocer, si fuera posible, cómo empezó todo. No es una curiosidad morbosa, sino lícita por justificada. La cosa es lo bastante gorda como para que dejemos de estar por más tiempo a la luna de Valencia.

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No hace mucho (o sea, demasiado tarde) un grupo de supuestos estudiosos viajaron a China para husmear. Pero volvieron de Wuhan con las manos vacías. Debieron de pasarse el tiempo comiendo arroz tres delicias, cerdo agridulce y pato laqueado. Fue decepcionante y lamentable. Después, dieciocho científicos de élite exigieron a la Organización Mundial de la Salud una 'auténtica investigación'. Ahora hemos sabido que algunos virólogos de Wuhan enfermaron de Covid... ¡en noviembre de 2019! Más concretamente, tres científicos del laboratorio de esa localidad (el P4 como lo llaman) ingresaron en un hospital, antes de que se declarasen los primeros brotes.

El denominado Sars-CoV-2 debutó entre nosotros aquí al lado mismo (hablo de la Comunidad Valenciana), a principios de febrero del 2020. Más de veinte días antes del primer contagio oficial. ¿Y cómo andábamos entonces? Pues tan en Babia como ahora mismo. Que si el murciélago, que si el armadillo, que si una mosca que cayó en la sopa... El caso es que la cerrazón informativa de las autoridades chinas era absoluta.

Parece mentira que haya tan buenos espías en los centros de inteligencia de algunos países, y que no sepamos aún cómo fue el inicio del desastre. ¿Se produjo una fuga en el P4? Parece ser que los americanos (que serán los de la CIA) han descubierto esto que digo. Y que, en lugar de proclamarlo oficialmente, se lo han filtrado al 'Wall Street Journal'.

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No va a quedar más remedio que calzarse el sombrero tejano, colgarse al cinto un par de revólveres y salir pitando para Wuhan. Y una vez en el P4 (no confundirlo con el P2) gritar: «¡Manos arriba!». Por si alguien se acojona, aunque sea el conserje, y confiesa la verdad de los hechos.

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