Para llorar

LA ZARABANDA ·

La recogida a capazos de los peces que han muerto en el Mar Menor

Hasta mi ventana llega, en la calurosa noche, el olor a pescado muerto. Dándole vueltas a la cabeza... En fin. Se me ha ocurrido pergeñar ( ... poniendo en boca del Mar Menor palabras de escritores reconocidos, como respuesta a lo que está ocurriendo en Murcia) una letanía que bien pudiera ser, a la postre, mera repalandoria. De esas que no resuelven nada y complican aún más las cosas. Una tontería, probablemente. Pero, a estas alturas, visto lo que hemos visto y oído lo que hemos oído sobre este concreto y desahuciado particular, quién me va a decir a mí (y con qué autoridad) si debo o no debo yo también marear la perdiz, tal como vienen haciendo tantos otros. Me refiero a hablar por hablar. La muerte del Mar Menor, presentada a tontas y a locas, pues lo que aparentaba eficaz no ha funcionado. Algo tipo underground, puede que pedante y hasta manido, en plan completamente marginal y contestatario. O sea:

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–Estamos asesinando el Mar Menor que alegró nuestra infancia.

Así habló el pequeño mar: «Uno se pregunta con espanto por qué causa existe tan poca humanidad en las obras del hombre».

–Verdaderamente, ¿a quién le importa? Se detecta fingimiento, hipocresía, golpes de pecho que resuenan como si el esternón fuera un tambor, mientras llueven metros cúbicos de lágrimas de cocodrilo.

Así habló el pequeño mar: «Una apatía llena de astucia es el secreto de la vida de la mayoría de los hombres».

–Solo unos pocos se atreven a proclamar la verdad.

Así habló el pequeño mar: «Reflexionar, discernir es hacerse sospechoso».

–A capazos se han recogido peces muertos, en esta y en aquella ribera.

Así habló el pequeño mar: «Los dioses del Olimpo, cuando descendían sobre la Tierra, adoptaban la mayoría de las veces la apariencia de un animal. Eso dice mucho de la estima en la que tenían a los hombres».

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–Algunos piensan que quizás no sea para tanto.

Así habló el pequeño mar: «Napoleón perdió a treinta mil hombres en la batalla de Wagram, sin sentir por ello ningún remordimiento. Solamente mal humor...». Y añadió: «¡Calla tú también! Sepan todos, incluido este periodista infusorio, que ya no deseo nada, nada, nada... ¡Señor!».

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