En fin. Una vez más (entre tantísimas a lo largo de la historia humana), la libertad ha sido aludida, diagnosticada, festejada, laureada y aprovechada para ... el buen gobierno. Ocurrió en Madrid, pocos días antes de la festividad de San Isidro, patrón de la urbe, mientras unos ángeles seguían labrándole la tierra. Coincidiendo con la clausura del estado de alarma, reautorizó Moncloa al organillero para que meneara con el codo la manivela del instrumento. Eso movió a chulapas y majos a bailar 'marcao' el acostumbrado chotis en las Vistillas. La Libertad se apareció en la pradera como un milagro de 13 de Mayo (Cova de Iría), ataviada de chulapona guapa, con su mantón de Manila, invitando a los romeros a copas de aguardiente de Chinchón: de la Alcoholera, si le 'paece a usté más adecuao'. Y todo marchaba a pedir de boca, salvo para aquellos que hurgan en los libros y conocen lo que escribió, allá por los cincuenta, un tío tan escéptico como el pensador rumano Emil Cioran.
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Ni más ni menos que esto: «No se pide la libertad, sino la ilusión de libertad. Por esa ilusión brega la Humanidad desde hace milenios. Por lo demás, siendo la libertad, como se ha dicho, una sensación, ¿qué diferencia hay entre ser libre y creerse libre?». En ese momento de la fiesta, tan sugeridoras palabras (divulgadas por los altavoces) no hicieron mella ninguna entre los libertos, chafados antaño por la opresión. Lo cual, quieras que no, dejó un tanto frustrados a quienes presumían de que ese discurso iba a ser un palo en las ruedas de la fiesta madrileña.
Entonces, ¿qué? ¿Ser libre es sentirse libre y punto? ¿Tomar copichuelas a manta de aguardiente con garbanzos torraos en la Pradera? ¿O ser libre es sentirnos tales porque alguien nos hace saber que lo somos sin más? Dice también Cioran, que no deja de incordiar, como si no hubiera disfrutado jamás del alborozo de sentirse libre: «Esta tarde, al querer escribir sobre la gloria [asimilándola a la libertad] y no encontrar nada que decir al respecto, me he acostado. A menudo mis grandes empresas me han conducido a la cama, final lamentable de mis ambiciones». ¡Jodeeer!
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