Es seguro que, si le pedimos a un catalán que nos facilite una tira de agravios que justifiquen su deseo de separarse de España, escribirá ... ciento y la madre. Unos justificados y otros inventados, pero reforzando todos una imagen rompedora. ¿Existen razones (digo profundas, no políticas, ni coyunturales) que lo obliguen a dejar de ser español?
Publicidad
He aquí la reflexión de un pensador sabio: «Hasta donde alcanzan mis recuerdos, he odiado a todos mis vecinos. Sentir que alguien vive al lado, tras la pared, oír el ruido que hace, percibir su presencia, imaginar su respiración..., todo eso siempre me ha vuelto loco. Al prójimo, en el sentido físico de la palabra, no, nunca lo he amado, y además no se le puede amar. Es esencialmente odioso... para todo el mundo».
Ese odio sin causa al vecino, ampliado inmediatamente después al prójimo, no me parece que sea motivo suficiente para deshacer una unidad de siglos (siempre relativa o aproximada, mas no por ello necesariamente defectuosa). No sabemos si quienes abandonan su relación con 'los de toda la vida', como les ocurre a la mitad de los catalanes, serán capaces de encariñarse, o por lo menos tomarles cierto afecto, a nuevos prójimos, que serán aún más extraños por simples razones de geografía. El mismo autor al que aludía más arriba continúa así su razonamiento: «Y si no se puede amar al prójimo al que se conoce, ¿a qué viene amar a aquel al que no se conoce, y del que se tiene una imagen en abstracto?».
Responderán: «Es que nosotros no buscamos relacionarnos con nadie». Como le decía un guapito a su madre: «¡Apague usted la luz, que no puedo dormir de curro que soy!». Siempre será preciso relacionarse con alguien, ¿no? Es necesario para subsistir. Y desagregados será con un prójimo hasta hoy desconocido.
Publicidad
Quizás la separación entre iguales sea diferente. Pero mucho ojo. Entre catalanes y el resto de España (en algo tan fundamental como bien gobernarse), los modos y maneras son prácticamente los mismos. Asoman la oreja en ambos cuadriláteros el no entendimiento, la bajura de miras, los desconciertos, la falta de respeto, la mediocridad, la ineficacia y la bufonada o su equivalente popular: la jaimitada.
Prueba LA VERDAD+: Un mes gratis
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión