Gentes que viven habiendo muerto

LA ZARABANDA ·

Necesitamos creer que existen, para no sentir desasosiego

Martes, 25 de mayo 2021, 01:52

Uno vive su propia vida a sabiendas (o suponiendo) que otros también están viviendo la suya. Y eso te procura una cierta paz interior. Eres ... consciente de que amigos y conocidos siguen formando parte de tu paisaje vital. Cada persona tiene un entorno en el que se mueve a diario. Si es el más cercano, disfruta del trato con familiares, amigos y vecinos. Si, en cambio, fuese el más alejado, el contacto con los demás resulta ser esporádico. De uvas a peras.

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El mapa de nuestros conocimientos personales permanece más o menos igual en tiempos de normalidad. Pero no así cuando, por lo que sea (pongamos la actual pandemia), la muerte se lleva a tanta gente. Si son muchas las personas que abandonan este mundo, uno empieza a dudar sobre quiénes siguen aquí y quiénes se han ido. Y eso, quieras que no, te produce desconcierto e incluso desamparo.

Te dices: «¿Qué será de Fulano o de Mengano?». Ese no saber si están o no están genera un desasosiego incómodo. Es como si, de pronto, la película de la vida pasara de la cámara lenta de nuestro día a día, al movimiento acelerado que hace que todo suceda con una rapidez desesperada.

De algunos, demasiados, tienes noticia de que han fallecido. De los más, en cambio, no sabes nada. Puedes llamar a alguien por teléfono para comprobar (sin preguntarlo, desde luego) si todavía está vivo. Pero con la mayor parte no puedes actuar así. Hace tanto tiempo que no sabes de ellos, que llamarlos sin más resultaría raro. El ser humano necesita tener consciencia de que la gente que conoce está viva. No toda, claro. Pero cuando son tantos los que se están muriendo (digamos 'sin que les toque todavía' o 'sin avisar'), al menos a mí me acosa un sentimiento parecido al desconsuelo.

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Una vez que tantos de tus coetáneos se han ido sin avisar, como viene sucediendo ahora, te embarga una cierta congoja. Porque tu mundo particular (bueno o malo, que eso ya importa menos) ha dejado de ser el que era. Llega un momento en que echas de menos, como si se hubieran muerto, a los que aún siguen vivos, pues ignoras que lo están.

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