Dicen los prospectores del futuro que nuestra forma de vida requiere cada vez más vatios. ¿Quién lo iba a decir en tiempos de luz de ... gas? ¡Vatios! Ya ves tú. Más que el pan y queso con un vaso de vino. Es lo que tiene la civilización en la que andamos metidos. Hoy en día, sin vatios no eres nadie. Y es preciso buscarlos como sea. Sin ensuciar el entorno. No como hasta ahora, que buena parte de ellos los hemos sacado del carbón y el petróleo. «Energías limpias –nos dicen–. Eso es lo que estamos necesitando como el comer». Y a eso se pone la sociedad productiva.
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Hay una cosa de buen nombre (pues todo lo verde goza de prestigio) que se llama hidrógeno verde. Si lo usáramos en su calidad de 'energía limpia', dejaríamos de emitir a la atmósfera 830 millones de toneladas anuales de CO2. Es justo lo que le ponemos al cielo (la boina), cuando este gas se produce mediante combustibles llamados fósiles. La temática interesa por lo que tiene de curiosa. En los dos sentidos: por cómo se consigue y por lo que resuelve.
A ver si supiera yo explicarlo sin demasiada prosopopeya. Primero recordaré lo que todo buen escolar sabe: que el agua de beber y de ducharse se compone de dos partes de hidrógeno y una de oxígeno. Si lográsemos separarlas, obtendríamos lo que se ha dado en bautizar como hidrógeno verde. Esa es la energía no contaminante que necesitamos (o sea vatios a mogollón) para abordar el cambio climático y seguir viviendo, tan a gusto y por muchos años, encima del planeta.
–¿Y cómo se hace eso, jefe?
Le diré a usted. El proceso utiliza la electricidad para separar el hidrógeno del oxígeno que hay en el agua, por lo que, si esa electricidad se obtiene de fuentes renovables, produciremos energía sin emitir dióxido de carbono a la atmósfera. Esa separación tiene lugar usando la corriente eléctrica obtenida de fuentes renovables, como las placas solares mismo. Y el hidrógeno que sale de tal divorcio constituye la energía limpia que necesitamos, pues no emite dióxido de carbono a la atmósfera.
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–¿Y ya está?
Hemos terminado, señora mía.
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