Decid, Castillo famoso

Decid, Castillo famoso: ¿Es esto justo y necesario? ¡Qué ha de serlo! No he de entrar en el sainete de la política al uso. Mas no tiene esta derecho a interferir (y con truenos) en tu particular biografía de murciano abrazado a las tradiciones de la Murcia cívico-festiva. Nadie goza de autorización moral, ni creo yo que de argumentos, para alimentar dudas sobre tu condición de probo, leal, entusiasta y orgulloso nazareno de la Semana Santa murciana. ¡Que no, joder! Que hay cosas que son de cajón. Porque todo el mundo las sabe y, después de sabidas, las da por buenas.

Decir (y decirlo encima redundando) que no eres bueno ni como nazareno, ni como cofrade, atenta contra la verdad y busca manchar tu imagen. Aparte de buen nazareno, eres nazareno peculiar por benefactor. Porque no solo has desfilado en la procesión, sino que las has transmitido (la tuya y las demás) a través de la radio. Y has pregonado la Semana Santa, echándole al verbo toda la emoción y el conocimiento que el discurso requería.

Y si hablamos del Entierro de la Sardina, tres cuartos de lo mismo. Que pregunten a nuestro Gregorio, sardinero universal, que se conoce el festejo y sabe de sobra quién es cada uno. Lo digo para que no se te juzgue solo por lo que se ve. Como aquella Pitocrónica tan exitosa, sobre el escenario del Romea, que calzabas un pedazo de capa tipo Carlos Valcárcel. El calor y la emoción que traslucen las palabras, solo puede expresarlo quien lo siente.

Tú, ahora, tranquilo y desfilando. Con el capuz y la pértiga. Y verás cómo 'las doncellas, al pasar, / hacen de ámbar y alcanfor / pebeteros exhalar, / vertiendo pomos de olor, / de jazmines y azahar'.

¿O no?