Me imagino que, ahora mismo, con la fatiga Covid en todo lo alto, si digo de charlar un rato sobre la Corriente del Golfo, el ... lector me mirará de soslayo. Y, sin soltar palabra, me lo estará diciendo todo. Yo lo comprendo, pues también me siento fatigado. Pero la corriente esta que digo no es solo asunto de libros de piratas. Hablo de Conrad, Somerset Maughan, Mark Twain y tantos otros, que nos llevaron a esos mares por solo cuatro perras que cuesta un libro de bolsillo.
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La Corriente del Golfo (como todo lo que incluye la palabra golfo) es una cosa muy seria, tanto si hay pandemia como si no.
–Es que, aunque no hubiera pandemia, habría cambio climático.
Ciertos son los toros. El lector sospecha, con toda la razón, que la Corriente del Golfo no es una mercancía corriente, es decir vulgar y sin importancia. Como todo en esta vida, tiene su propio mecanismo. Transporta agua superficial cálida desde el ecuador hacia el norte, mientras que manda agua fría y profunda, de escasa salinidad, hacia el sur.
–¿Y eso era todo?
Un momento, joder, que la están peinando. Va a ser verdad que la fatiga Covid que mencionaba más arriba (y que mueve a tanta gente a hacer el gamberro) está más extendida y enconada de lo que suponía. Ahí va esa píldora: la corriente mueve casi 20 millones de metros cúbicos de agua por segundo. Eso equivale, más o menos, a cien veces el flujo del Amazonas. Los investigadores han advertido una desaceleración de dicha corriente oceánica del quince por ciento, desde mediados del siglo XX. ¿Y eso con qué tiene que ver? Pues (y ahora viene la mala noticia) con el calentamiento global del que somos responsables los humanos.
Quiere decirse que los perniciosos gases que mandamos a la atmósfera por la trasera del cochecico, afectan a todo lo que se mueve (y a mucho de lo que parecía quieto, como los glaciares). De tal modo que, si salimos de la pandemia, no podremos cantar victoria a pleno pulmón, sino más bien bajito. Y si no que se lo digan a los vecinos de Los Alcázares con las DANAS
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