Chimo Puig o el discurso del no

Llegada la definitiva hora de la verdad, el mandatario valenciano se ha descolgado de la temática reclamadora. Explica el hombre que no desea implicarse en aquelarres sobre esto del agua.

–¿Ha dicho aquelarres?

Eso ha dicho. Y, claro, los otros dos andan haciéndose cruces. Pues no tenían pensado montar ninguna reunión de brujas, presidida por un macho cabrío, que haría de Demonio. Nadie sabe de dónde se ha sacado Chimo Puig que sus colegas murciano y andaluz tuvieran proyectado participar en semejante espectáculo, a los acordes de la expresiva y acojonante Noche en el Monte Pelado, del compositor ruso Modest Músorgski. Pero, mira, les ha dado una idea. Si semejante fiestorro pudiera ser útil para que no sigan jodiendo a las regiones secas en lo tocante al agua, bendito sea el aquelarre.

Debería saber Chimo que no se pierde nada participando en un fiestorro infernal de esta naturaleza. (Un suceso tan animado sería ideal para huir de la monotonía de estos tiempos de pandemia). Se trata simplemente de una especie de consejo de ministros, solo que echando los pies por alto. Una noche de estas se verían los tres presidentes en un cerro de sus preferencias y tírale que va. Que no nos toquen los caudales del Tajo bien vale una contra/misa, pues eso es un aquelarre. Bailarían las brujas, habría ensalmos ciertamente supersticiosos y sahumerios de eucalipto, mientras que diablillos tocados con gorra de músico interpretarían el inquietante poema sinfónico del compositor ruso.

–Eso asustaría a la autoridad.

Ya. Pero no a la de aquí, pues, en provincias esotéricas como son las de secano, nos hemos aficionado a toda suerte de aquelarres, con tal de mejorar el bienestar de los ciudadanos. Son las autoridades cedentes las que tendrían que preocuparse. Y de eso es precisamente de lo que se trata.