Martínez Tornel fue un periodista que nació y vivió en, por y para Murcia. Su entera existencia estuvo dedicada a los avatares de su tierra. ... Cuando murió, desde San Pedro se formó un cortejo fúnebre impresionante de personas que agradecían así su amorosa y, en realidad, desinteresada dedicación a las cosas de aquí. En uno de los comentarios recopilatorios que publica Antonio Botías sobre LA VERDAD de antaño, reproduce uno muy particular y afectuoso de aquel murciano ilustre, que me llamó la atención. Decía literalmente: «El Segura, nuestro celebrado río, parece que se ha propuesto tenernos en jaque».
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El reconocimiento de que, en otro tiempo, nuestro río era 'celebrado' por la gente, a mí me produjo ternura. No porque yo sea un sentimental, aunque probablemente también, sino porque tengo las sospecha de que hoy en día no sucede algo parecido. Desde que llegó el Trasvase, que tantos beneficios (y también disgustos) nos procura, el viejo río me parece que recibe el tratamiento de mera acequia. Y menos mal que se hace presente (y con protagonismo físico) a lo largo de la entera capital, partiéndola en dos. Quiero decir que, pretendiéndolo o sin pretenderlo, lo tenemos a la vista. Pero eso no quiere decir que lo veamos.
Cuando yo era zagal, a todas horas había en el Puente Viejo gente que pasaba largo tiempo asomada al río. Sin duda era una muestra de aprecio y celebración. Y no es solo que el paso de la corriente subyuga y hasta te hipnotiza. Sucede que, bien mirado, el Segura fue siempre la razón de ser de la Huerta, que representa el ser de Murcia durante siglos. En nuestros días, el número de personas que se detiene a mirarlo es escaso. Uno comprende que el ritmo de vida es otro. (Si paras el coche en medio del puente para echar un ojo, estarás provocando un pifostio monumental).
Achaquémoslo, pues, a la manera de vivir, tan fea por culpa del telediario y el móvil. Pero, al menos una miaja, sí que podríamos festejar el río y darle gusto a Martínez Tornel. Ya sé que, en otro tiempo, hasta se salía de madre. Pero tampoco por su culpa.
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Merece ser celebrado, aunque lo hagamos discretamente.
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