Urgente Un terremoto de 2,6 grados sacude Murcia y alarma a los vecinos

El Caracol

LA ZARABANDA ·

Mi Semana Santa de cuando acabó la guerra aquella

SÁBADO DE GLORIA. Por aquellas fechas, el Señor resucitaba el sábado. Mi madre (se conoce que para avisarme y celebrarlo) me despertaba abruptamente, pasándome por ... la cara una toalla mojada. También hacía ruido con las puertas y muebles para espantar al Demonio. Yo sospecho que lo conseguía, pues la verdad es que no lo veíamos por allí en toda la mañana.

Publicidad

En seguida ya oía desde la habitación, mientras me vestía, las cornetas y tambores de los Amaos, tocando a diana.

–¿Diana floreada?

Pues yo diría que sí. Porque el Sábado de Gloria era su día grande. Les tocaba interpretar el Caracol. Lo cual hacía que el despabilamiento fuera aún más eficaz que el de mi madre. Y eso porque yo soñaba con el Caracol. No tardarían mucho los Armaos en ponerse a la faena. Después del pasacalle, montarían su espectáculo en diversos lugares donde hubiese algo de anchura.

El Caracol es una prueba de que el Señor ha resucitado. Los Armaos, soldados romanos como eran, habían quedado confundidos con la Resurrección. Y mientras tocaban una concreta palillera (no me acuerdo si la de San Juan o la del Cristo Amarrado a la Columna) se enredaban entre ellos tomando la forma del caracol. Después se desenredaban y volvían a enredarse. Marchaban en fila india, uno detrás de otro. Yo le veía mucho mérito a esta exhibición, que se repetía durante varias horas. Y, finalmente, tomaban todos juntos el consabido arroz con granos de haba.

Como yo ya actuaba en Radio Jumilla tuve una idea. Montar un programa especial, que se transmitiría en directo, por la tarde, desde un salón del Instituto Laboral. Se imprimieron unos carteles, con el encabezamiento de Resurrexit, anunciando de qué iba. Mis amigos Juanito Teléfonos, como locutor, y Paco Jiménez, que era el técnico de la emisora, me regalaron su imprescindible ayuda. Hubo gente que acudió a ver aquello, mientras que otros lo escuchaban el aparato desde su casa.

Publicidad

Lo más simpático fue que llevamos a un Armao (de los más viejos) para hacerle una entrevista. Y cuando iba a subir a la tarima, con su lanza en la mano, se arrodilló como si pasara delante de un altar. Nadie se burló, pues resultó entrañable.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Prueba LA VERDAD+: Un mes gratis

Publicidad