Qué cansinos, oye, los políticos

–Es lo natural, ¿no?

Pues, hombre, no diría yo tanto. Es verdad que quienes gobiernan han de tomar medidas que, en bastantes casos, serán protestadas por la oposición. Pero si todo lo que sucede es solo eso: yo digo que sí y tú respondes que no, y ahora llevo el tema a los tribunales, esa manera de funcionar la veo frustrante. Falta molla, todo se queda en formalidad, en cáscara mejor que almendra, y eso hace que decaiga el interés del contribuidor. Este, que no es de piedra, se termina aburriendo. Y cuando se aburre, le entra el cansancio vital, ese mismo que nuestro Vicente Medina llamaba cansera. Ocurre cuando uno se dice a sí mismo: '¿Pa qué quiés que mire? Pa ver a unos tíos / abrazaos y pegaos al carguico, / pa oír sus discursos tan rüines y mustios / y esnüos de argumentos, / sin una palabra sensata, / ni tampoco siquiá sombra de ella'.

–No se pase usted, jefe. Y se lo dice uno que vive de su trabajo.

Yo me limito a observar la realidad. Y esta me dice que, en la mayoría de los casos, no explicarse bien explicado el que gobierna y no exponer bien quien se opone las razones por las que protesta, dan de sí una dialéctica huera. Diría que para tontos. O para aquellos que sin serlo se resignan, miran para otro lado y, aunque se vean perjudicados, procuran no meterse en líos.

–Pero habrá excepciones, ¿no?

Claro que sí. Aunque son tan escasas que el resultado final resulta decepcionante. El personal está muy cansado de los calores, de la pandemia y de una política de postureo en la que, para confusión de votantes, los malos quieren parecer buenos y los buenos son cuatro gatos.

Vivimos, ya le digo, un vivir cansino.