El despiporre que ha traído a España la quinta ola de la pandemia (bautizada como La Canicular) y el desastre provocado por el temporal de ... lluvias en Europa central han copado los telediarios de estos días. En ambos casos, el dolor y la muerte incrementaron su presencia entre nosotros. La DANA que ha inundado una parte de Alemania y Bélgica deja en mantillas a la tan maligna de Los Alcázares, cuyo trágico recuerdo aún no se ha disipado.
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Me imagino al clima diciendo: 'Yo no sé que más tengo que hacer para que a los humanos se les meta en la cabeza que estoy cambiando a peor'. Fenómenos meteorológicos igualmente destructivos tienen lugar en Estados Unidos y otros lugares del planeta. No se trata de problemas aislados, sino que los efectos del calentamiento global se manifiestan por todo el planeta. Los expertos acaban de señalar el cambio climático como el origen de estos trastornos. Pero los gobernantes parecen estar ocupados en otros menesteres. No quieren reconocer que la cosa va en serio, hasta el punto de que peligra el futuro de la Humanidad. Y cuando lo reconocen, todo se queda en parloteo inútil.
Tocante a Europa, es de suponer que quienes pensaban que, de momento, el daño se centraba en las zonas más áridas, como la del Sureste español (que es por donde comenzará la desolación), habrán caído por fin del burro. También el cogollo de la verde Europa, donde solo llueve cuando toca, pues lo tienen todo muy bien organizado, ha soportado la furia de los elementos. Las imágenes de los noticiarios son ciertamente dramáticas. Y los titulares de los periódicos han acabado con la entera lista de los adjetivos. ¡Vaya por Dios! Va a resultar verdadero aquello de que en todas partes cuecen habas.
En Murcia ya se nos ponen los pelos de punta cuando anuncian Danas. Y la cosa, lejos de aquietarse, va a más. Miremos los efectos de los 44 grados de hace unos días: los frutos (la exquisita pera ercolina mismo) se caen de los árboles, como si alguien hubiera jugado a dispararles con una escopeta. Todo lo agrícola, en fin, se resiente de la abulia de los políticos.
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