Si caminabas por el centro de Murcia, encontrarte con Antonio Carrelón y charlar con él durante unos minutos, te producía un bienestar parecido al que ... proporciona el gelocatil cuando te duele la cabeza. Es una manera de decirlo, pero se acerca mucho a la realidad. Su trato era beneficioso para la salud. Ocurre cuando te acercas a la buena gente. Y Carrelón Velandrino (¡vaya un par de apellidos con caché, que para mí quisiera!) fue lo que entendemos por una persona de lustre.
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Llevaba clavada en el alma la ausencia de aquel hijo, estudiante de quinto de Medicina, que se le murió cuando contaba veinticinco años. Era una carga tan tremenda que (por mucha que fuera su resignación y conformidad con lo designios de Dios), la expresión de su rostro delataba el sereno sufrimiento ante aquella terrible pérdida. Cuando lo conocí tuve la impresión de que Antonio veía, en cualquier joven que le cayera bien, al hijo cuyo recuerdo no se le iba nunca de la cabeza.
Cuando se jubiló como profesor de Pedagogía en la UMU, sus compañeros de facultad y otros amigos nos reunimos con él en una comida. Observando quiénes estaban allí, descubrías que aquella reunión no era el típico homenaje obligado. El plato más exquisito del menú fue la cordialidad horneada con el homenaje a su ejemplaridad.
Un día le pregunté si quería someterse a la Entrevista Impertinente que, durante un tiempo, se publicaba en LA VERDAD, en Punto Radio y en la televisión. Estuve a punto de arrepentirme, pues entendí que charlar con aquel bendito a base de impertinencias, era cometer una grave falta de consideración. ¿Con qué cara iba yo a someterlo a un interrogatorio tan alejado del talante y las maneras de alguien como Antonio Carrelón? Pero finalmente la hicimos. Y para mí fue una muestra de hombría de bien. A ninguna de las preguntas hizo ascos. Todo le parecía natural. Respondió de forma que cada impertinencia mía puso en pie una lección suya, acerca de los mejores modos para ir por la vida con la cabeza alta y el corazón contento.
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(Mañana, martes, habrá en San Lorenzo una misa 'de cabo de año' para recordarlo).
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