Al historiador Ángel Viñas, que interviene en la polémica sobre la oportunidad o inoportunidad de ponerle 'Juan de la Cierva' al aeropuerto corverano, no lo ... conocía yo en persona. Tuve ocasión de verlo el domingo en la noche. Igual que mucha gente de aquí de Murcia, pues participaba el caballero en un programa de La 2.
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–¿Sobre lo mismo?
No. Qué va. Aunque, en cierto modo, parecido. Trataba de unas minas de wolframio (al norte y oeste de España), mineral con el que Franco benefició a Hitler cuando este preparaba la invasión de Europa.
–¿Salía Hendaya?
Sí, claro. En estos documentales siempre sale Hendaya. Viñas contrastaba con los otros intervinientes en el atuendo, en las maneras y en las tonalidades tan diversas de su particular explicación sobre dicha temática. Me pareció un señor pintoresco. Lucía pajarita y se adornaba con una flor amarilla en la solapa. Por el tamaño, quizás fuera una condecoración. No lo sé, la verdad. Quiero decir que iba atildadísimo, como si estuviera preparado para pasar a la Historia de la que él mismo resulta ser narrador. El 'arribaespaña' en el peinado lo lucía ostentoso y trabajado, como le sucede al presidente del Atlético de Madrid. El atuendo era, curiosamente, el mismo con el que aparece retratado en la Wikipedia. Quiero decir que lucía como un intelectual uniformado.
Tocante a la gesticulación, actuaba como los artistas del cine o el teatro. Pero sobreactuando sobremanera. Quiero decir con el mismo calor que si hubiera vivido aquella peripecia en sus carnes. Lo cual es, sin embargo, imposible. Viñas nació un año después que yo. Y el servidor del lector que soy no llegó a tiempo de coincidir con lo del wolframio en cuestión. Menos aún el señor Viñas. Verbalizaba igualmente con una prosopopeya muy vívida. Como si en ello le fuera la credibilidad. Por ejemplo: para expresar el aquí, el allá y el acullá, decía: «¡Pom, pom, pom!». Creo que me explico. En fin: como si quisiera dejar a los otros memorialistas (supongo que sin intención) a la altura del betún.
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Quiero significar con todo esto que el señor Viñas no me pareció Monastrell, desde luego. (Me refiero en su mera apariencia mortal).
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