Acabaremos sabiéndolo casi todo

Hasta hoy la búsqueda de la verdad ha funcionado muy mal. Lo primero fue que pasó demasiado tiempo desde que llegó el virus a Occidente, hasta que una comisión ¿de expertos? visito Wuhan. Cuando llegaron allí, los chinos (que son tan dispuestos para todo) habían dejado aquello más limpio que un jaspe. Se podían comer sopas en el suelo, como se suele decir. Y los enviados regresaron diciendo que ya no había nada que rascar.

Este no saber tan empecinado es un fallo que la Historia de la Humanidad no puede ni debe soportar. Ahora que tanto se presume de saberlo todo (incluso el número de hormigas protegidas que quedan en el planeta), no es de recibo nuestra flagrante ignorancia sobre los orígenes de la pandemia.

A ver si va a resultar que la famosa CIA americana o el M16 inglés o el Mossad israelí se han quedado a dos velas. Si eso fuera así, habría que echar a la hoguera las toneladas de celuloide que corresponden a tantas y tantas películas, con las que se glorificó a estas atrevidas agencias de espionaje.

–¿Y por qué se deja usted al KGB?

No es por olvido, pues a estos tampoco se les escapa nada. Lo que ocurre es que (como rusos y chinos son primos hermanos) de ese tándem no cabe esperar milagros. Hay un dato interesante, pero que nos lo han hecho saber muy tarde: a finales de 2019 ya circulaba el coronavirus por los Estados Unidos. ¿Y no lo han sabido hasta hace poco? '¡Amos, quite usted!'. Quiero decir con esto que, en lo referente a las causas directas de la pandemia, es muy probable que algunos sepan más cosas de las que se han dicho. Por parte de estos y por parte de aquellos.

Yo no sé si viviré para verlo, pero al final se sabrá casi todo.