No trata este artículo de la conocida serie televisiva, sino de otro tipo de tronos, los de la Justicia. Y es que el lamentable espectáculo ... que se está produciendo con la renovación de los sillones de CGPJ dimana precisamente de esa especie de juego que los políticos llevan a cabo con este importantísimo órgano estatal.
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Ha de aclararse primeramente que el CGPJ no forma parte de la Administración de Justicia, sino que su cometido consiste en administrar la carrera judicial, partiendo siempre de la clásica división de poderes que nuestra Constitución proclama como propia de un Estado de Derecho, de suerte que las Cortes legislan, el Gobierno ejecuta tales normas y el Consejo regula el tercero de tales poderes. Pero es de ver que, como consecuencia de las elecciones connaturales a toda democracia, la composición de las cámaras determina la formación de los gobiernos y estos en cada legislatura con sus iniciativas legislativas y la ejecución de las mismas plasman en la ciudadanía la ideología de cada partido político de los que integran el Gobierno. Así, puede decirse que Cortes y Ejecutivo caminan por la misma senda. Pero el llamado Poder Judicial ha de quedar extramuros de ese mecanismo, de ahí que precise un alto organismo que vele y desarrolle esa independencia.
Mas lo que es diáfano en el papel no lo es tan claro en la realidad, ya que existe desde hace décadas en España la tendencia de los gobiernos a abordar el Consejo, esto es, a procurar que su composición bascule en su favor en cada mandato. Lo que podría parecer inane cobra un relieve muy especial si se tiene en cuenta que es ese órgano el que realiza los nombramientos de los altos cargos de la Justicia, como lo son los magistrados de las distintas Salas del Tribunal Supremo, los presidentes de los Tribunales Superiores de Justicia de cada región y los presidentes de las Audiencias Provinciales, es decir, la cúpula de la Carrera Judicial.
Y allí se ancla el popularmente conocido como 'reparto de sillones', lo que deriva en la existencia en cada Consejo de una mayoría y una minoría y lo que consecuencia que las votaciones sobre aquellos nombramientos puedan estar afectadas por esa doble adscripción.
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Lógicamente, esta tendencia se ve favorecida por la existencia de las asociaciones judiciales, en las que militan aproximadamente la mitad de los jueces españoles. Así, la coloración del órgano deviene clara también. No cabe duda de que cualquier juez puede tener una ideología, pues ante que juez es ciudadano, pero chirría de cara al exterior que a esos jueces se les pongan una vitola, pues su incuestionable independencia podría ser mal entendida por la propia ciudadanía, que igualmente puede imaginar que los nombramientos recaen en miembros de la judicatura afines ideológicamente a quienes los designan. El sistema habría de mejorar, sobre todo para alejar la imagen de continua connivencia de cada mandato con el gobierno de turno.
No me atrevo a proponer fórmulas, pero seguro que las hay, como las hubo en el primer CGPJ, presidido por Sainz de Robles, este elegido mayoritariamente por el resto de los miembros del órgano, quienes, a su vez, fueron elegidos por todos los componentes de la Carrera. Después se cambió la ley y en esa situación nos encontramos.
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El espectáculo ya indicado está servido al pretender Gobierno y oposición un nuevo CGPJ proclive a sus tesis. La renovación imprescindible está atrancada desde que el PP se empeñó en que no entrase allí un jurista designado por la extrema izquierda y el PSOE contraatacó anunciando una reforma legal que le favorece claramente. Ahí estamos y hasta Europa ha tomado cartas en el asunto, dada la magnitud del problema.
Yo les preguntaría en el Parlamento a los líderes de cada grupo qué pretenden con ese empecinamiento en dominar el CGPJ. No quisiera pensar que propicien una prevaricación al intentar que cada magistrado de 'los suyos' falle en su línea de pensamiento, pues creo sinceramente que fracasarían en esto, dada la esencial independencia que cada juez detenta al resolver los asuntos que se le encomiendan. Luego si eso es impensable, a qué viene tanto interés en su formación y en el control de los cargos judiciales.
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Todas las cumbres no han de ser borrascosas y es necesario que de una vez por todas termine el juego de tronos del Poder Judicial, pues si esto sigue así, más que tronos parecerán esos sillones tronas, es decir, asientos para los niños, a quienes se les contenta con algún caramelo o golosina. Espero que pronto la independencia resplandezca y se haga visible a la sociedad sin mácula alguna de duda.
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