Cuando el 20 de noviembre de 1975 murió Franco, las fuerzas políticas de la izquierda eran abiertamente republicanas. Por el contrario, en el subconsciente colectivo ... de un amplio sector de la derecha la palabra 'república' equivalía a desorden, desbarajuste y anarquía. Si en ese momento histórico el PSOE y el PCE se hubieran empeñado en instaurar la III República española, hubiera sido mucho más difícil llevar a cabo la Transición. Fue un gran acierto que las izquierdas españolas de aquel momento hiciesen dejación de sus planteamientos republicanos, y aceptasen como rey a Don Juan Carlos de Borbón, a pesar de que había sido designado por el propio Franco.
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Seguramente, en esta decisión de los dirigentes del PSOE y del PCE también influiría la actitud favorable a la democracia del propio Rey. Desde el principio de su reinado, Don Juan Carlos lo tuvo claro: no había más futuro que la democracia. Comprendió enseguida que estas aspiraciones democráticas eran mayoritarias en el pueblo español. El Rey cesó como presidente del Gobierno a Carlos Arias Navarro y nombró a Adolfo Suárez que, aunque era entonces ministro Secretario General de Movimiento, estaba predispuesto a hacer lo necesario para la transformación política de España. El impulso de Don Juan Carlos en aquellos momentos iniciales fue decisivo, hasta el punto que don José María de Areilza calificó al Rey como el «motor del cambio». Por eso se consideró natural que la monarquía parlamentaria fuese consagrada como el régimen político de España en la Constitución de 1978. Al aprobar por referéndum esa Constitución, el pueblo español le otorgó a la monarquía una legitimación de origen de carácter democrático. La legitimidad de ejercicio se la había ganado Don Juan Carlos durante los años anteriores, al impulsar el cambio a la democracia.
La Monarquía española se vería beneficiada si fuese capaz de estar en España y llevar una vida discreta
Esta legitimidad de ejercicio se reforzó el 23-F de 1981. La intervención de Don Juan Carlos consiguió frenar el golpe de Estado. El prestigio de Don Juan Carlos alcanzó su momento culminante. Y esto, lógicamente, fortaleció la institución monárquica. Durante muchos años, nadie discutió en España la necesidad y la conveniencia de la monarquía. Y tanto el Rey como la Reina supieron representar con toda dignidad al Reino de España en todos sus viajes al extranjero. El prestigio de la monarquía se incrementaba a medida que aumentaba el respeto a la persona de Don Juan Carlos.
La sociedad española, pues, tenía una importante deuda de gratitud con Don Juan Carlos. Pero esta deuda no era ilimitada ni podía ser permanente. El comportamiento ejemplar de Don Juan Carlos durante muchos años no le otorgaba patente de corso para hacer lo que le viniera en gana. Y tanto era así que, durante esta última década, Don Juan Carlos ha dilapidado de modo estruendoso todo el capital político acumulado durante mucho tiempo. La sociedad española ha tenido noticias de comportamientos suyos incompatibles con la dignidad y ejemplaridad exigibles a un rey en una democracia moderna. La Casa Real fue consciente de ello, y en 2014 abdicó. Desde entonces, su hijo se está esforzando, con éxito, en recomponer el prestigio social de la Monarquía que Don Juan Carlos había dilapidado.
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Alguien consideró que la presencia en España de Don Juan Carlos dificultaría la ardua tarea de recuperar el prestigio de la Monarquía. Y se entendió que era mejor que se marchase a vivir al extranjero. ¿Fue ésta una decisión acertada? En mi opinión, no lo fue. Y son varias las razones por las que Don Juan Carlos debería volver a fijar su residencia en España:
1. En primer lugar, no es normal que una persona que ha sido durante casi cuarenta años el Jefe del Estado español tenga su domicilio fiscal en Emiratos Árabes. El Rey emérito debería volver a España, tener aquí su domicilio y pagar aquí sus impuestos.
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2. Nadie discute que tiene todo el derecho del mundo a venir a España cuando quiera. No tiene causa judicial pendiente. Pero es que la cuestión no es esa. Se trata de que, si ha decidido vivir en un paraíso fiscal, ha de ser coherente, y nadie se puede sorprender de que a la opinión pública española no le guste que Don Juan Carlos se aproveche de todas las ventajas de vivir en el extranjero, y no asuma el inconveniente de que en su tierra se le critique precisamente porque, siendo su Rey emérito, viva en un paraíso fiscal.
3. La Monarquía española se vería beneficiada si Don Juan Carlos fuese capaz de estar en España y llevar una vida discreta, acorde, además, con su avanzada edad. También los reyes envejecen, y tienen que asumir con elegancia sus circunstancias. Alguien debería explicarle a Don Juan Carlos que, a partir de ciertas edades, lo que esperan de nosotros nuestros hijos es que, definitivamente, demos un paso atrás, desaparezcamos del escenario, les dejemos a ellos el protagonismo y poco a poco nos extingamos en la intimidad, el silencio y la discreción.
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