El regreso de Donald Trump
Así me parece ·
Para que no proliferen personas como él, los demócratas de todo el mundo tendríamos que vigilar los criterios de selección interna de los partidosEn un momento álgido de su insoportable fanfarronería, el expresidente de Estados Unidos llegó a decir que, si salía a la Quinta Avenida y disparaba ... contra la gente, no perdería ni un solo voto. En principio, esta afirmación podría ser considerada como una estupidez, muy propia del personaje. Sin embargo, los hechos posteriores parece que le están dando la razón. La sociedad norteamericana ha conocido que el señor Trump llamó delincuente, sin fundamento alguno, a Hilary Clinton, su adversaria en las presidenciales de 2016; y esto no le restó ni un solo voto. Los norteamericanos han conocido los contactos de Trump con Putin, las interferencias informáticas de Rusia en las elecciones presidenciales americanas; las tres o cuatro mentiras diarias que Trump, desde la Casa Blanca, colgaba en las redes sociales; el intento de falsear los resultados electorales de 2020; la incitación al asalto del Congreso el 6 de enero de 2021; la opacidad y supuestas irregularidades fiscales de las empresas de Trump... Pues bien, nada de esto le ha restado ni un solo voto, ni un solo apoyo. Más aún, esta semana un tribunal de Nueva York le ha imputado a Trump treinta y cuatro delitos, y el ex presidente ha convertido la comunicación formal de estas imputaciones en un acto electoral. Ha desplegado todo el muestrario de su victimismo; ha hablado de caza de brujas, y alardea de que estas imputaciones le han permitido recaudar millones de dólares para la campaña de primarias en el partido republicano.
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En mi opinión, la ejecutoria presidencial de Donald Trump ha sido caótica, tóxica y gravemente perjudicial para las instituciones democráticas norteamericanas. Sería muy preocupante que Trump ganase las primarias, porque esto supondría que el partido republicano está maniatado por los demagogos y populistas. Pero sería mucho más grave y preocupante que Donald Trump lograse vencer en las presidenciales al candidato demócrata. Los norteamericanos saldrían perdiendo, pero el resto de ciudadanos de las democracias occidentales también perderíamos. Trump volvería a cerrar el país sobre sí mismo, y dejaría el campo libre para que Rusia y China ocupasen ese espacio vacío.
Pero, además, la mera expectativa de que pudiera regresar Trump, nos obliga a plantear una reflexión abstracta: ¿cómo es posible que, en determinados momentos históricos, un pueblo que, por su historia, se supone culto y sabio, vote a personajes de este tipo? Alemania es el pueblo de Goethe, de Kant, de Beethoven; es decir, de personas que han alcanzado la excelsitud en valores superiores del hombre como son la verdad filosófica y la belleza artística ¿Cómo es posible que este pueblo haya apoyado con sus votos y sus silencios a un personaje como Adolfo Hitler? ¿Cómo es posible que estas cosas ocurran?
Se trata, sin duda, de una cuestión compleja. No es fácil dar una respuesta unívoca, que sirva para explicar todos los casos. Concurren circunstancias históricas particulares en cada supuesto, que explican que, a veces, las democracias votan a favor de personas que terminan destruyendo las propias instituciones democráticas. En los tiempos actuales, y en el ámbito de las democracias occidentales, yo detecto dos causas, que pueden parecer contradictorias, pero que suelen converger y potenciarse mutuamente. Por un lado, el exceso de confianza en los partidos; y, por otro, la desafección, el desencanto, la indignación con los partidos tradicionales:
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1. En nuestras sociedades occidentales, muy poca gente piensa en la política, ni llega nunca a tener un criterio propio y personal. Una parte importante de los ciudadanos confía plenamente en el partido en el que, por tradición o por convicción, o por ambas cosas a la vez, se encuadra como militante o simple simpatizante. De este modo, asume, sin rechistar, los mensajes y consignas que el partido le transmite. Y también acepta, sin ninguna duda, al candidato que el partido le propone, sin cuestionarlo en absoluto, y sin hacer caso a las críticas que sus adversarios viertan sobre ese candidato. Y, muchas veces, en los procesos internos de selección, los partidos no siempre proponen al mejor. Más aún, a veces el mejor molesta, y se prefiere al mediocre, mucho más dúctil y maleable. De este modo, llegan a altos cargos personajes, propuestos por el partido, y votados por las bases sin rechistar, cuyo nivel de incompetencia es notorio.
2. En otras ocasiones, el desprestigio de la política y de los partidos tradicionales funciona a favor de demagogos y populistas, de los que proponen soluciones fáciles y sencillas para problemas difíciles y complejos. La indignación por la situación social y económica favorece los extremismos de izquierdas y de derechas, y hace posible que alcancen el poder personas inadecuadas por ineptos, y cuya autoestima es casi tan grande como su inmensa y profunda ignorancia.
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Así pues, en mi opinión, para que no proliferen personas como Trump, los demócratas de todo el mundo tendríamos que vigilar los criterios de selección interna de los partidos. El problema es que, al menos en España, los partidos son estructuras muy cerradas. Y no se dejan vigilar.
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