Pagar los errores

Así me parece ·

No es cierto que con la amnistía se pretenda «normalizar» la vida política catalana. Lo único que se pretende es la investidura de Pedro Sánchez

En la vida se pagan algunos errores, aunque no todos. Sin embargo, en la política, al tener trascendencia pública, pocos errores quedan sin castigo.

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Pedro ... Sánchez, en su condición de presidente del Gobierno, ha cometido muchos errores. Ha respetado demasiado los criterios de los ministros comunistas de su Gobierno de coalición. La Ley de la Vivienda, por ejemplo, es difícilmente encajable en los principios y reglas de una economía de mercado. También ha sido un error grave la llamada ley del 'solo sí es sí. Y, además, ha cedido mucho ante los separatistas catalanes. Todo ello para salvar la estabilidad de un Gobierno y de una legislatura. En muchas agrupaciones socialistas de toda España se llegó a pensar que Sánchez estaba sacrificando la propia identidad del PSOE, con tal de mantenerse en la presidencia del Gobierno. Y el malestar entre las filas socialistas se puso de manifiesto en las elecciones. Muchos militantes dejaron el cuerpo muerto. Y esto se notó. Primero, en las andaluzas. ¿Quién podía imaginarse que Moreno Bonilla ganase por mayoría absoluta precisamente en Andalucía, el tradicional granero de votos del PSOE? Y, segundo, en las elecciones locales y autonómicas del pasado 28 de mayo. El PSOE pagó en las urnas los errores de Pedro Sánchez. Y perdió casi todo su poder municipal, provincial y autonómico. Muchos dirigentes socialistas se quedaron sin empleo político; y sin sueldo.

Sin embargo, Pedro Sánchez es un superviviente nato, que sabe caminar por el filo de la navaja. Al día siguiente de la debacle electoral del 28-M, tuvo la audacia de convocar elecciones generales. Era consciente de que el PP difícilmente podría resistir la tentación de pactar con Vox, para alcanzar el gobierno de municipios y de comunidades autónomas, y que estos pactos favorecerían al PSOE, si se esgrimía con habilidad el miedo a la extrema derecha. Y la estrategia dio resultado. El 23-J, el PSOE resistió, y el PP y Vox no sumaron mayoría absoluta. Una vez más, el superviviente, el político al que todos dábamos por muerto, resurgía de sus propias cenizas.

No obstante, la fragmentación del Congreso de los Diputados es actualmente endiablada. Nadie puede formar mayorías absolutas sin los votos de ERC y de Junts. Y los separatistas han puesto un alto precio a su apoyo a Sánchez: la amnistía a los implicados en el 'procés' y un referéndum pactado de autodeterminación. Al principio, incluso, exigían que este precio se pagase por adelantado. Ahora parece que las exigencias se han atenuado: por lo pronto, la amnistía; pero sin renunciar a reclamar más tarde un referéndum. El Gobierno en funciones ha dejado claro que, de referéndum, nada. Pero se ha avenido a negociar una amnistía. Y en esas estamos.

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A Pedro Sánchez se le ha avisado, por activa y por pasiva, de que conceder la amnistía a los presuntos delincuentes del 'procés', de modo que Puigdemont pueda pasearse tranquilamente por Barcelona, como si aquí nada hubiera pasado, sería un tremendo error político. Se adorne como se adorne, y aunque cien constitucionalistas dijesen que es constitucional, seguiría siendo un tremendo error político. Y la prueba de ello es que no terminan de saber redactar su justificación. No es cierto que con la amnistía se pretenda «normalizar» la vida política catalana. Lo único que se pretende es la investidura de Pedro Sánchez. Así de claro. Si no fuesen necesarios los siete votos de Junts, nadie estaría hablando de amnistía en España. Y, se ponga como se ponga Pedro Sánchez, no deja de ser una inmoralidad otorgar nada menos que una amnistía a cambio de una investidura. Se lo ha dicho Felipe González, y Alfonso Guerra, y Emiliano García Page, y muchos más desde fuera del socialismo.

Ahora bien, en caso de que se llegase a perpetrar este error, ¿quién lo pagaría? Desde luego, tarde o temprano, lo terminaría pagando Pedro Sánchez. ¿Sería su tumba definitiva? No lo sé. Pero muchos de los que ahora le han votado dejarían de hacerlo. Porque se sentirían defraudados, traicionados. En la campaña electoral, Pedro Sánchez decía que la amnistía no estaba en la Constitución, y que no era negociable. Pero también lo pagaría el PSOE, porque, en todos los ámbitos, en todos los pueblos y ciudades de España, disminuirían notablemente sus expectativas electorales. Cuando pierde credibilidad el jefe, la pierde también el partido. Lo malo de todo esto es que, además, este gravísimo error lo terminaríamos pagando todos los españoles, porque la amnistía volvería a envalentonar a los separatistas. Están en pleno retroceso electoral, cada vez cuentan con menos apoyo social, y la amnistía sería como una inyección de vitaminas, ya que históricamente sería reconocer que, al fin y al cabo, ellos tenían la razón política cuando en octubre de 2017 declararon la independencia de Cataluña.

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Pedro Sánchez es muy terco. Y está convencido de que terminará convenciéndonos a todos. Así que me temo que habrá amnistía. Y un Gobierno de Pedro Sánchez apoyado por los que no desisten de su propósito de romper la unidad de España.

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