La oposición que necesitamos
La sociedad aspira a que la leal oposición saque a debate las cuestiones realmente importantes para los ciudadanos: sanidad, educación, empleo...
Muchos españoles pensamos que el ciclo de Pedro Sánchez ha concluido, y que debe dimitir, ser sustituido por su partido, o derrotado definitivamente en las ... urnas, de modo que le resulte absolutamente imposible sobrevivir de nuevo. Esta es la conclusión a la que hemos llegado los de derechas; pero también antiguos militantes y votantes del PSOE, como Felipe González, Alfonso Guerra o Emiliano García-Page. Desde luego, esto no implica no reconocer los méritos del actual presidente del Gobierno. Porque los tiene, y muchos. Ha logrado que la economía española no se hundiese por la pandemia de covid, ni por la guerra de Ucrania. Los índices de desempleo se han reducido. Hay más trabajo fijo y menos trabajo precario. Ha mejorado la exportación y la inflación se ha contenido. Sin embargo, en la balanza de la opinión pública los errores de Pedro Sánchez pesan más que sus aciertos. A Sánchez no le ha importado sobrepasar algunos límites legales, constitucionales e incluso morales. Ha producido una tremenda decepción de fondo en amplios sectores de la población el contemplar el precio que ha pagado Sánchez por lograr el apoyo de los insaciables separatistas catalanes. Sánchez no debió conceder los indultos a los separatistas condenados por el 'procés'. Ni debió ceder a las presiones para reformar el Código Penal, ni impulsar la ley de amnistía, ni admitir siquiera la idea de un cupo encubierto para Cataluña... Todos estos errores han determinado que muchas gentes de izquierdas y de derechas estemos de acuerdo en que Pedro Sánchez debe dejar de ser presidente del Gobierno.
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Ahora bien, ¿cómo conseguirlo? Tenemos un problema en el Gobierno, y no deberíamos tener un problema en la oposición. Porque, en mi opinión, España necesita una oposición leal, que al mismo tiempo ofrezca una alternativa de gobierno ilusionante, o, por lo menos, que no genere rechazo. Pero, ¿cómo lograremos esto? No hay, desde luego, fórmulas mágicas, ni líderes carismáticos. Sin embargo, los españoles actuales tenemos ya la suficiente experiencia como para poder concretar algunas conclusiones al respecto:
1. Se entiende por oposición leal la actitud y el comportamiento de un partido político que, estando en minoría, respeta los tácitos acuerdos básicos que configuran los cimientos de la convivencia. Una leal oposición no se opone siempre y sistemáticamente, sino que, en determinados asuntos, ha de ser respetuosa, demostrando su capacidad de diálogo y de compromiso con el Gobierno, y todo ello en aras a los intereses generales de España.
En este sentido, por ejemplo, los asuntos de política exterior no deberían ser objeto de debate, sino de diálogo y consenso. Y no llevar las cuestiones internas a las instituciones comunitarias, lo que siempre redunda en desprestigio de España. ¿De qué ha servido pedir que una autoridad europea medie en las negociaciones para la renovación del CGPJ?
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Y lo mismo puede decirse de otros ámbitos de la política, como el orden público o la lucha contra el terrorismo. E incluso, en materias económicas, oponernos siempre a lo que propone el Gobierno resulta difícilmente entendible por la sociedad. Si las organizaciones sindicales y empresariales estaban de acuerdo con la propuesta del Gobierno para la reforma laboral, ¿a qué venía votar en contra? Hemos tenido una oposición obsesionada con hacer caer a Sánchez. Y esto le ha llevado al error de no respetar los acuerdos básicos. Lo que, a su vez, ha determinado que la credibilidad de la oposición no sea actualmente la suficiente para convencer a la mayoría de los españoles. Y esto es un problema.
2. Un partido minoritario, que no aspire a gobernar, ni tenga posibilidades de hacerlo, puede llevar a cabo la oposición que le dé la gana, sin límite alguno, sin respetar los mínimos que exige la prudencia. Puede ser hiperbólico, exagerado, reiterativo, voluntarista y hasta cansino. Su comportamiento parlamentario no afectará a sus votos. Porque su electorado es de piñón fijo. Pero un partido de gobierno, que se presenta a la sociedad como alternativa, no se puede permitir el lujo de la exageración y la hipérbole, ni las conductas que incitan a la crispación o al populismo. Un partido de gobierno ha de ser prudente, moderado, racional, templado, y ofrecer en todo momento su alternativa, señalando lo que él haría en esa concreta cuestión cuando esté en el Gobierno. Porque no puede olvidar que sus bases electorales son mayoritariamente moderadas.
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3. La sociedad aspira a que la leal oposición saque a debate público las cuestiones realmente importantes para la vida de los ciudadanos: la sanidad, la educación, el empleo, los salarios, la vivienda, la financiación pública... Le importa muchísimo menos si el novio de Díaz Ayuso es, o no, un supuesto delincuente tributario; o si Begoña Gómez incurrió, o no, en algún delito de tráfico de influencias.
Pedro Sánchez terminará cayendo. Pero no por el asunto de Begoña Gómez. Y me temo que tampoco por la labor de la oposición. Por el contrario, en mi opinión, serán los separatistas y los comunistas los que terminarán llevando a la tumba política al actual presidente del Gobierno.
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