Nuevas elecciones generales
Así me parece ·
El precio puesto por Puigdemont y Aragonès para la investidura de Pedro Sánchez, ni constitucional, ni política, ni históricamente se puede pagarNo hará falta que nadie las convoque. Si el próximo 27 de noviembre no ha prosperado la investidura de un presidente del Gobierno, automáticamente quedarán ... convocadas nuevas elecciones generales. Los partidos de izquierdas, y los separatistas de uno u otro signo, no quieren en absoluto que se llegue a esta situación. Según ellos, sería un desastre. De un modo un poco infantil, y nada convincente, dicen que el 23-J los españoles no votaron para que se repitiesen las elecciones. El argumento es muy enclenque, porque la inmensa mayoría de los españoles tampoco votó el 23-J para que se les concediera la amnistía a los presuntos delincuentes separatistas catalanes, y mucho menos para que se pactase un referéndum de autodeterminación. También se dice que ya se repitieron en 2019 las elecciones generales, y que el resultado fue prácticamente el mismo; así que se considera inútil la repetición. Este argumento tampoco es convincente, porque las encuestas están pronosticando lo contrario: el resultado sería diferente. Y, en todo caso, no se habría llegado a esta segunda convocatoria por capricho, sino por necesidad. El precio puesto por Puigdemont y Aragonès para la investidura de Pedro Sánchez, ni constitucional, ni política, ni históricamente se puede pagar. Es, simplemente, una cuestión de dignidad.
Publicidad
La verdadera razón por la que las izquierdas y los separatistas temen la repetición de las elecciones es porque consideran que el PP y Vox podrían mejorar sus resultados, y que la suma de escaños de ambos sería suficiente para formar Gobierno. Lo cual, ciertamente, es posible, pero no seguro. Y, además, ¿qué es mejor? ¿un Gobierno de derechas libre de vínculos con los separatistas?, ¿o un Gobierno de izquierdas controlado por los que quieren la independencia de sus regiones?
Habría un modo de evitar la repetición de elecciones. Consistiría en que Feijóo le ofreciese a Sánchez, o Sánchez a Feijóo, un pacto de legislatura. No serían entonces necesarios los votos de los separatistas; ni tampoco los de Sumar, o los de Vox. El PP podría abstenerse en la investidura de Sánchez; o el PSOE, en una nueva investidura de Feijóo. Pero, eso sí, mediando un pacto de legislatura, en el que se acotasen algunas materias en las que ambos grandes partidos tendrían que actuar siempre de común acuerdo: reforma de la Constitución, financiación de las comunidades autónomas, reforma del sistema electoral, reforma del sistema tributario, reforma educativa, obras e infraestructuras relacionadas con la vertebración territorial, el agua, los regadíos y la protección del medio ambiente; política europea; política exterior; y lucha contra el terrorismo. En todo lo demás, el partido que actúe en la oposición tendría plena libertad para efectuar propuestas alternativas y controlar al Gobierno. Y el partido que gobernase tendría que buscarse otros aliados parlamentarios para sacar adelante sus iniciativas.
Es verdad que este pacto de legislatura ahora no sería políticamente posible. Diría Feijóo que al PP no le han votado los españoles para que, con su abstención, salga investido presidente Sánchez. Y, al revés, Pedro Sánchez también diría que los ciudadanos no han votado al PSOE para que, con su abstención, salga investido Feijóo. Y, sin ninguna duda, los dos tendrían razón. Se trataría de un engaño al electorado.
Publicidad
Bien, pues cambiemos radicalmente el planteamiento: que Sánchez se deje de cuentos chinos y no ceda al chantaje de los separatistas; que no les otorgue ni más competencias, ni más financiación. Ni un perdón por los delitos que han cometido y que están dispuestos a volver a cometer. Que Sánchez y Feijóo lleguen al acuerdo de dejar que se convoquen nuevas elecciones generales, pero no lisa y llanamente, sino comprometiéndose ambos públicamente a que se presentan a las elecciones con el claro propósito de llegar a un pacto de legislatura con el otro gran partido, absteniéndose en la investidura del candidato que hubiese obtenido más votos y más escaños, de modo que nadie pueda llamarse a engaño. Todos vamos a saber que, si votamos al PP o al PSOE, cabrá la posibilidad de un pacto de legislatura. Y también que, para la investidura y para la estabilidad de la legislatura, no serán necesarios ni el apoyo de los separatistas, ni el de los comunistas de Sumar-Podemos, ni el de los de Vox.
Con esta solución se acabaría con la grave crisis política que padecemos. E incluso ambos partidos, desde el entendimiento mutuo, no tendrían más remedio que afincarse en la moderación. Lo que significaría el fin de la crispación, de los insultos y de las descalificaciones en el debate político.
Publicidad
¿Quién ganaría esas nuevas elecciones generales? No lo sé. Y tampoco podemos fiarnos de las encuestas. Sin embargo, intuyo que el anuncio público por ambos partidos de que habrá pacto de legislatura puede conllevar un notable incremento de votos para uno y para otro. Hay mucha gente moderada en la izquierda y en la derecha que agradecería este giro radical del PP y del PSOE. Pero, ¿quién de los dos saldría ganando? ¿Y qué importa? ¿Acaso no ganaríamos todos los españoles?
Prueba LA VERDAD+: Un mes gratis
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión