La larga jornada hacia La Moncloa
La exótica moción de censura presentada por Vox le ha dado un argumento más al PP: el partido de Abascal no es serio; no se toma en serio el Parlamento
Casi todas las encuestas pronostican que, actualmente, el PP ganaría las elecciones generales. Desde luego, faltan diez meses. Mucho tiempo. En política, una eternidad. Pueden ... ocurrir muchas cosas. Y hay por medio unas elecciones autonómicas y locales, que se presentan con cierto aire de primarias. No obstante, pese a este amplio margen de incertidumbre, hay algunas certezas que parecen inconmovibles:
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1. Por un lado, la fidelidad del votante del PP es muy elevada. Mucho más que la del votante del PSOE. Algunas conductas del PP, algunas de sus opiniones, e incluso algunos de sus errores, no hacen mella en la intención de voto. Salvo los muy acérrimos, casi todos reprochan al PP su descarada obstrucción a la renovación del CGPJ. Cabría pensar que, en cualquier otra democracia, este incumplimiento de la Constitución le debería suponer al PP un elevado coste electoral. Pues no, no es así. A la mayoría de sus votantes les trae absolutamente sin cuidado la situación del CGPJ.
También ha sido grave el cambio de opinión sobre el aborto: de impugnar la ley de plazos, a considerarla aceptable. Parece que las convicciones religiosas tampoco van a ser un obstáculo para seguir votando al PP.
La fidelidad del voto socialista es baja. Y bastante frágil. Al PSOE, su electorado no le perdona ni una
Y no digamos nada con respecto a la corrupción. Ahora está de plena actualidad el 'caso Kitchen'. Tampoco este escándalo afecta en absoluto a la intención del votante del PP. Ya desde hace años sabemos que la tolerancia social con la corrupción no es desde luego cero. Al fin y al cabo, se dice, todos son iguales.
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2. Por el contrario, la fidelidad del voto socialista es baja. Y bastante frágil. Al PSOE, su electorado no le perdona ni una. No importa que el Gobierno de Pedro Sánchez haya obtenido importantes éxitos económicos y sociales en la lucha contra la pandemia y los efectos de la guerra de Ucrania; no importa que el Gobierno haya incrementado el peso específico de España en Europa; no importa que este Gobierno esté intentando no dejar a nadie atrás. El votante socialista es muy sensible a los errores del Gobierno. Y lo cierto es que se trata de errores muy graves. Por eso, y por mucho que se empeñe en lo contrario Pedro Sánchez, el debate social está girando, no sobre los aciertos del Gobierno, sino sobre sus errores. En el origen de todas las críticas está la perniciosa coalición con Podemos. Pero, además, siempre hay un asunto concreto que desprestigia al Gobierno, y reduce las expectativas electorales del PSOE: un día es el tema de los indultos a los separatistas; otro, la supresión del delito de sedición, y la rebaja de penas de la malversación; otro, la ley del 'sí es sí'. Y, por si faltase poco, ahora el 'caso Mediador'.
El PP tiene perfectamente estudiado al PSOE. Sabe que su electorado es frágil y dubitativo. Y echa la caña para pescar en esas aguas. El PP está pidiendo el voto del votante socialista arrepentido. Sabe que ahí hay más de un millón de votos. Por eso habla de dos socialismos: el que llama 'sanchismo', y el otro socialismo, en el que, se supone, al decir de Feijóo, que habrá «gente de bien».
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3. El PP tiene la certeza de que va a crecer por su izquierda, porque se come todo el espacio electoral de Ciudadanos, y porque hay mucho socialista dubitativo.
Pero es que, al mismo tiempo, quiere crecer por la derecha, y quitarle votos a Vox. La verdad es que Abascal se lo está poniendo a tiro. Desde el momento en que Vox se presenta ante los votantes como el complemento necesario para que el PP gobierne, la gente se lo piensa, y se dice: para que después Vox le dé su apoyo al PP, y lo apuntale, le doy yo mi voto desde ahora directamente al PP. Así ocurrió en Andalucía. Y volverá a ocurrir en toda España. Por si faltara algo, la exótica moción de censura presentada por Vox le ha dado un argumento más al PP: el partido de Abascal no es serio; no se toma en serio el Parlamento.
Sin duda, este deseo de conseguir al mismo tiempo votos por la izquierda y por la derecha exigirá un asombroso ejercicio de pragmatismo. Pero de ello se encarga Feijóo, que está aprendiendo a manejar sus silencios, y a medir las palabras que tiene que decir en cada ocasión.
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4. Claro que lo que no puede controlar el PP son los tiempos. A Feijóo le convendría que las elecciones generales fuesen mañana mismo, antes de que Pedro Sánchez asuma por seis meses la presidencia de la Unión Europea. Pero a los socialistas le conviene lo contrario. Y quien maneja los tiempos es Pedro Sánchez, que aún conserva la esperanza de revertir los pronósticos.
En fin, es muy posible que el año que viene, por estas fechas, el PP ostente la Presidencia del Gobierno. Pero no puede dormirse en los laureles. Le espera una larga y dura jornada.
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