Hace algunos años, durante una estancia en Berlín, la curiosidad me fue propiciatoria para una visita a una exposición que, sobre la vida cotidiana en ... Europa en los años inmediatamente posteriores a la finalización de la Segunda Guerra Mundial, se encontraba abierta para la contemplación de turistas y ciudadanos de la capital alemana. En una de las vitrinas, esquinado y avejentado, había un sencillo panfleto electoral del partido laborista inglés fechado en los finales de la década de los años 40 en el que se propugnaba la creación de un sistema de salud de carácter nacional. Sinceramente, me emocionó.
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Esta propuesta estaba basada en los resultados y conclusiones del informe elaborado en 1942 por William Henry Beveridge, economista y político británico que militaba en las filas del Partido Liberal del Reino Unido, quien, con la típica trayectoria del alto funcionario británico de selecta formación universitaria nacido en las colonias, comienza a trabajar con Winston Churchill, de militancia liberal-conservadora, y a desarrollar un importante trabajo y sensibilidad hacia las necesidades sociales centradas en la enfermedad, el empleo o la jubilación. Dos fueron fundamentalmente los trabajos de Beveridge que alumbraron el National Health Service (NHS) en 1948, del que en este año se cumplen 75 años y que en mi opinión inaugura el inicio del Estado de Bienestar en Europa, el primero de ellos el 'Informe al Parlamento sobre la seguridad social y las prestaciones derivadas de la misma'. El segundo informe Beveridge llevaría por título 'Trabajo para todos en una sociedad libre'.
Supongo que para la sociedad británica de la época debió de resultar incongruente e impactante que la población en su conjunto, militares y civiles, que había sufrido las penalidades del conflicto bélico en forma de muertos, heridos, inválidos, etc, al término del mismo no tuviera derecho, para sí y sus familias, a recibir alivio en sus enfermedades y reparación de los daños físicos y mentales si no disponía de los recursos propios que así se lo permitiesen. Los trabajos de Beveridge, con una proyección de transformación profunda del contrato social imperante, canalizaron esta frustración y esta disonancia entre lo exigido a los ciudadanos durante la contienda y la vuelta, finalizada la guerra, a la vida ordinaria. Reino Unido nombró a Beveridge, en reconocimiento, Barón de Tugall y miembro de la Cámara de los Lores.
Los sistemas nacionales de salud se sufragan con impuestos y no con cotizaciones sociales, y adoptan una vocación de atención universal
La creación del NHS nos ofrece varias reflexiones interesantes y más aún en los tiempos actuales. Por una parte, es fruto del acuerdo entre las fuerzas políticas –liberal-conservadoras y socialdemócratas– que lo diseñan y lo ponen en marcha, y que a lo largo del tiempo procuran su evolución y existencia.
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Representa asimismo la actualización permanente del concepto de contrato social moderno entre los diversos estamentos sociales, económicos e intergeneracionales y supone también la inauguración del concepto de Estado del Bienestar que tendrá en los años siguientes su expresión máxima en el sistema de pensiones, cobertura de accidentes de trabajo y dependencia, con el corolario de la garantía plena de acceso a la educación para todos, a cualquier edad y condición social.
Un Estado del Bienestar que es relativamente joven, más aún en España, y del que solo han disfrutado y han participado en el mismo tres generaciones de hombres y mujeres, aunque parezca sobre todo a aquellos nacidos a partir de los años 80 que siempre estuvo ahí.
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Los sistemas nacionales de salud, como el español actualmente –España trocó con la aprobación en 1986 de la Ley General de Sanidad su modelo de Seguridad Social imperante hasta entonces, hacia un modelo nuevo de Sistema Nacional de Salud descentralizado por autonomías en sistemas regionales de salud–, suponen también una ruptura conceptual con la idea de Seguridad Social de Bismarck , ya que parten del derecho del ciudadano a recibir asistencia por ser tal, bien por nacimiento o por reconocimiento de ciudadanía y no tanto por su condición de trabajador o trabajadora, vigente en los sistemas previos de Seguridad Social.
A partir de este paradigma, los sistemas nacionales de salud se sufragan con impuestos y no con cotizaciones sociales, y adoptan una vocación de atención universal. En Europa coexisten ambos modelos de atención sanitaria, el inicial de Seguridad Social (Francia, Alemania, Austria...) y el posterior de Sistema Nacional de Salud (Inglaterra, España...), que aun manteniendo los principios comunes de atención sanitaria y expresión del Estado del Bienestar, presentan grandes diferencias en cuanto a planificación de recursos asistenciales, relación laboral de los profesionales, formas de organización, gestión y gobernanza. Por estas razones, resulta muy difícil y atrevido establecer conclusiones y juicios simples entre los resultados comparados de los diferentes modelos nacionales europeos en salud y sobre el buen o mal funcionamiento de los mismos en cuestiones tan prosaicas como las listas de espera, reembolsos, copagos, costes, funcionarización o ejercicio liberal, usos de medios privados o gestión directa pública.
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